sábado, 10 de diciembre de 2011

Próxima asamblea ARCYP


Para seguir acompañándonos en la problemática de la enseñanza estatal, ARCYP invita a profesores, padres y todo el que esté interesado a una nueva asamblea en la que contar qué ha sucedido en los centros escolares y cómo lo estamos viviendo. Podéis invitar a aquellos compañeros interesados por esta cuestión. Os lanzamos las siguientes preguntas para la asamblea:
¿Qué novedades has observado en el desarrollo del conflicto? ¿Qué estás aprendiendo en el modo de vivir este conflicto?
 
Fecha: sábado 17 de diciembre a las 11.00 h.
Lugar: Sede de Comunión y Liberación (C/ Luís de Salazar 9, Local 4, Madrid)

CONSTRUIR EN TIEMPOS DE CRISIS


«Una comunidad cristiana auténtica vive en constante relación con el resto de los hombres,  con los que comparte totalmente sus necesidades y afronta sus problemas. Por la profunda
experiencia fraternal que en ella se desarrolla, la comunidad cristiana no puede dejar de tener una idea y un método propios para afrontar los problemas comunes, tanto prácticos como teóricos, y ofrecerlos como colaboración específica al resto de la sociedad en la que se halla» (Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación). En la perspectiva señalada por Giussani se sitúa esta contribución de Comunión y Liberación que ofrecemos a todos, en este tiempo de crisis, para promover un diálogo que favorezca la recuperación de nuestro país.




La crisis es un hecho
La crisis está cambiando las condiciones de vida de millones de personas: aumenta el paro, aumentan los pobres, cada vez cierran más empresas, se cuestiona el estado del bienestar y corremos el riesgo de quedarnos al margen del desarrollo mundial, rebajados a país de segunda división. La crisis está provocando diferentes reacciones, que se pueden resumir en dos:
• defenderse de la crisis echando la culpa a alguien, que seguramente existe y tiene más responsabilidad que los demás. Pero así no se produce ningún cambio, simplemente aumenta la queja y se acaba en la desesperación.
• comportarse como si no pasara nada, pretendiendo hacer borrón y cuenta nueva, sin ningún
tipo de autocrítica, sin medirse con la realidad.


La realidad es positiva porque pone en marcha a la persona
Pensar que basta con ir contra alguien para vencer la crisis no es racional. Todavía peor es cerrar los ojos ante la realidad. Es lo contrario de la tradición judeocristiana, que reconoce la realidad como algo en última instancia positivo, incluso cuando ésta muestra un rostro negativo y contradictorio. La realidad es positiva porque nos pone continuamente en marcha, suscita interrogantes y nos provoca a tomar postura ante lo que sucede. Esta conciencia ha forjado la historia milenaria de Occidente. El juicio que la tradición judeocristiana ha lanzado sobre la realidad, “Y vio Dios que todo era bueno” (Génesis 1,31), ha permitido que Occidente se desarrollara afrontando todas las circunstancias, favorables y desfavorables, a partir de la certeza de que el Misterio bueno había salido a su encuentro en la historia.



A diferencia del dualismo o el maniqueísmo –para los que el mal está siempre en un lado y el bien en el otro–, ha permitido que afrontara el futuro precisamente a partir de los retos que plantea la realidad, respondiendo a ellos con inteligencia, creatividad, gratuidad y capacidad de sacrificio. Ahora bien, cada generación tiene que tomar su iniciativa, tal y como nos lo recuerda Benedicto XVI: «un progreso acumulativo sólo es posible en lo material. En cambio, en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral no existe una posibilidad similar de incremento por el simple hecho de que la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones. Nunca están tomadas de antemano por otros en lugar nuestro. En ese caso, efectivamente, ya no seríamos libres. La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre, cada generación, tenga un nuevo inicio» (Spe salvi, 24). Es una invitación a afrontar personalmente la crisis como una oportunidad, por paradójico que resulte. La crisis, en efecto, nos obliga a caer en la cuenta del valor de ciertas cosas, en las que no reparamos hasta que nos faltan, como la familia, la educación o el trabajo. En la Transición española tenemos el ejemplo de un período difícil que se supo afrontar con una gran tensión ideal y sin la dialéctica exasperante que predomina actualmente. Nos muestra que no estamos abocados a la desesperación o al enfrentamiento ideológico.
Entonces, ¿cómo poner de nuevo en juego nuestra libertad? ¿Por dónde empezar?


En primer lugar, tenemos que ser leales y admitir que ya no nos sirven las ideologías; que el
estatalismo nos hunde en las deudas; que el sistema financiero no es lo que salva al hombre. Todas estas cosas hacen crecer el número de indignados, manifestación de una exigencia buena (que los deseos y las necesidades concretas de las personas no queden siempre al margen del debate público) y a la vez desordenada, que fácilmente termina en violencia.


En segundo lugar, necesitamos identificar, en la situación actual, personas que afrontan la crisis como una oportunidad, generando esperanza.


Algunos ejemplos
En medio de una de las crisis más graves de nuestra historia, existen personas que se han puesto en marcha sin esperar a que otros –siempre otros– resuelvan los problemas. Ya que no se puede cambiar todo de un plumazo, han empezado a cambiar ellos.
• En esta época de penuria hay gente que recoge alimentos para entregarlos a familias que ya no llegan a final de mes. O crea espacios para acoger a inmigrantes. Y se convierte así en factor de cohesión en nuestros pueblos y ciudades, con un “calor humano” que devuelve la esperanza a los más necesitados.
•Muchas familias, ante las dificultades económicas, descubren el valor de hacer sacrificios –tal vez para garantizar a toda costa la educación de sus hijos– y asumen un régimen de vida más sobrio. Incluso en un tiempo en el que se defiende a ultranza el propio bienestar, hay familias que adoptan a niños con graves deficiencias. O acogen a jóvenes problemáticos que nadie quiere, generando el milagro impensable de un afecto a la vida que hace menos violenta nuestra sociedad.
• En este momento en el que se destruye empleo, hay trabajadores que se sienten protagonistas de su trabajo y deciden bajarse el sueldo para que su empresa siga adelante y nadie quede fuera. O empresarios que asumen nuevos riesgos a favor de sus trabajadores y de nuevos empleos. Y cuando muchas familias se desesperan por la educación de sus hijos, hay padres que arriesgan tiempo y dinero para empezar la aventura de crear un colegio, abriendo un espacio “amable” dentro del barrio.
• En un panorama juvenil a menudo desolador, hay muchos jóvenes que no se contentan con un futuro mediocre que les aboca al paro: muchos estudiantes se entregan con seriedad al estudio y no se contentan con tener un título al final de su carrera, sino que aprenden idiomas y están dispuestos a irse a estudiar o a hacer prácticas al extranjero; y así encuentran buenos puestos en empresas o universidades extranjeras.

• Ante la violencia y el terrorismo presente en nuestra sociedad, hay personas que desde el
principio han sabido distinguir entre el bien y el mal y han apostado por la reconciliación y el
perdón dentro del respeto a la ley y a la justicia.


Los factores de un cambio posible
¿Qué es lo que une a todas estas iniciativas? El convencimiento de que la realidad, incluso cuando aparece negativa y difícil –como vemos hoy–, provoca de nuevo el deseo de conocer, construir y comprometerse, aunque éste haya quedado adormecido y mortificado durante años, a causa de la homologación que establece el poder, con la que a menudo somos conniventes. El camino para no soportar resignadamente la crisis, sino para afrontarla eficazmente, pasa por vivir la realidad como una provocación que despierta nuestro deseo y nuestra capacidad de dejarnos interrogar por todo. Empezando por el problema de la falta de trabajo de tantas personas y siguiendo por la desesperación en la que caen muchas familias ante un futuro incierto. Los ejemplos citados indican la respuesta a una pregunta insoslayable: ¿De dónde nace la reactivación del crecimiento? Nace de ese instante imprevisible en el que un hombre genera algo nuevo –productos, servicios, valor añadido, belleza para sí mismo y para los demás– en su familia, en su comunidad, en su empresa, en su pueblo o ciudad. Una aportación de bien y de riqueza que ningún antecedente histórico, social y político puede explicar del todo. Todos reconocemos con facilidad esos momentos en los que la creatividad de un hombre arrastra a los demás y da lugar a algo nuevo. O cuando las circunstancias han agudizado nuestro ingenio y hemos dado un paso nuevo en nuestro trabajo. No es lo mismo cumplir bien con nuestro trabajo que afrontar bien la realidad. Muchos negocios han fracasado por no adaptarse a la nueva situación. Las circunstancias cambian y exigen de
nosotros una creatividad que sólo se desarrolla si aceptamos el reto de una realidad que sabemos positiva. ¿Dónde aprender una posición como ésta ante la realidad?


La esperanza renace formando parte de un pueblo
Las iniciativas y el deseo de construir sólo se pueden sostener si la persona no queda aislada, si forma parte de un pueblo. Una realidad de pueblo se da sólo cuando la gente se junta por algo sustancial, en lugar de por un beneficio provisional. No en contra de un enemigo, sino por un bien deseado y perseguido, que hace descubrir que el trabajo de cada uno es un bien para todos. En 1905 el poeta Joan Maragall, amigo personal de Gaudí, se lamentaba de que las obras del templo de la Sagrada Familia, obra ideal para toda una sociedad, se tuvieran que interrumpir por falta de fondos. Decía entonces: “un pueblo en sangrienta anarquía, un pueblo en la miseria es todavía un pueblo y tiene derecho a toda esperanza; pero un pueblo sin idealidad no es nada ni tiene derecho a nada”.



Por tanto, la destrucción de un pueblo –con toda su riqueza expresiva y asociativa– y de su ideal es la antesala de la supresión del deseo de algo grande: de hecho si los jóvenes no encuentran una experiencia humana diferente, un ideal por el que dar la vida, ¿cómo pueden percibir que el mundo puede cambiar? ¿Cómo pueden sustraerse al escepticismo?


La tarea de la política
Ante el parlamento alemán, Benedicto XVI ha señalado lo que es importante para un político: “un corazón dócil”, que sepa “hacer justicia al pueblo” y “distinguir el bien del mal”. De este modo muestra el camino para que políticos de diferentes ideologías colaboren por el bien común en momentos tan difíciles como los actuales. Desgraciadamente, en nuestro país nos hemos acostumbrado a asociar política con dialéctica y enfrentamiento. De hecho, en los últimos años hemos asistido a una erosión de la convivencia que ha generado más violencia. El espíritu de la Transición puede y debe volver a presidir nuestra política. Y esto incluye a todos los sujetos sociales. No es admisible que, en tiempos de crisis, cada cual defienda a ultranza su parcela sin mirar al bien común, que exige sacrificios por parte de todos. Precisamente por ello, no podemos exigir que el gobierno o los políticos nos saquen de la crisis, mientras nosotros nos cruzamos de brazos. La sociedad civil debe recuperar el protagonismo para responder con obras a las necesidades que tiene delante. Por eso, la subsidiariedad real –lo que pueda hacer la sociedad no debe hacerlo la Administración– es un factor decisivo para favorecer la recuperación económica y una gestión más razonable de los recursos. La confianza que un país ofrece al exterior no sólo viene dada por “cumplir los deberes”, sino por la confianza que deposita en su sociedad.


Una sociedad con casi cinco millones de parados no se podría sostener sin la familia, que sigue siendo la institución más valorada por los españoles. La legislación debe, por tanto, apoyarla como fuente de cohesión social. Es el momento, además, de favorecer una libertad real de educar como instrumento decisivo para salir de una crisis que es “de significado y de valores antes que económica y social”, como ha dicho recientemente Benedicto XVI. Por ello, hay que alentar las propuestas educativas que generan un sujeto humano capaz de estar delante de la realidad sin censurar ningún factor, incluyendo la pregunta sobre su significado, tan ausente en nuestro país.


Y, por supuesto, una buena política debe alimentar la libre iniciativa creadora de empleo, así
como la solidaridad entre las distintas comunidades autónomas. La libertad religiosa, con su esencial dimensión pública y su capacidad de educar y generar obras, debe ser siempre defendida como fundamento de una sociedad democrática. La labor de la Iglesia es decisiva y más aún en este tiempo de crisis. Y no sólo por su capacidad de salir al encuentro de los que no tienen recursos. Su presencia continua y paciente, a través de obras y personas, es motivo de esperanza, pues afirma el valor infinito de cada hombre. Sólo la auténtica religiosidad –no conformarse con nada que no responda al deseo infinito del corazón– hace a la persona libre del poder en todas sus expresiones y le devuelve el protagonismo para construir junto a otros. Ésta es la contribución de los católicos a la vida social y política de nuestro país. Este tiempo de crisis se presenta como una oportunidad para volver a construir juntos la ciudad común.


DICIEMBRE DE 2011 COMUNIÓN Y LIBERACIÓN




martes, 29 de noviembre de 2011

¿Otra vez hay huelga esta semana?


Carmen Carrón
La crisis es un hecho y como toda realidad que se mira con lealtad se convierte en una ocasión para desenmascarar toda la parte ideológica que vivimos y que se nos adhiere como la ganga a la mena de lo que vale en la vida. Ahora vemos con más claridad las cosas que son un bien para nosotros por el simple hecho de que existen. Como frente a una situación personal crítica queda en evidencia quienes son amigos de verdad, frente a esta situación de crisis estamos impelidos a ver lo que responde en la experiencia y lo que no.

Esto tiene una validez igual o mayor en la escuela, donde la crisis que está sufriendo la enseñanza estatal está haciendo emerger que lo que verdaderamente está en juego es la educación, es decir, la relación profesor-alumno y no los medios.


Esta semana volvemos a tener movilizaciones sólo en la Comunidad de Madrid, aunque al principio se dijo que se respetaría el tiempo de la campaña electoral para que no se confundieran las reclamaciones estrictamente educativas derivadas de las instrucciones de principio de curso, con un asunto político.
La verdad es que al principio se dijeron muchas cosas y poco a poco la faz del problema ha cambiado: primero era la falta de recursos que hacía perder una parte importante de la oferta educativa de los centros; ahora se reduce a un problema horario (dos horas más y las guardias mal compensadas).  Y, sin embargo, se están poniendo de manifiesto una serie de secuelas que todos vivimos: una tristeza grande, dificultades en las relaciones personales entre compañeros, deterioro de las condiciones de trabajo (gente que colaboraba el año pasado y que ahora no puede trabajar junta), debilitamiento de los equipos directivos que han perdido capacidad de liderazgo o se han amoldado a las propuestas de los que más gritan, etc. Además de la cantidad de horas de clases que están perdiendo los chicos. La falta de libertad es directamente proporcional a la crispación. Y a esto lo llamamos defender la "escuela pública".  ¿No será que la crisis en el fondo es de otro tipo?

Lo ejemplificaba de forma sorprendente el periódico El País. En la contraportada publicaba la preciosa experiencia de un profesor de Cantabria.

Publica este artículo porque ha sido requerido por "numerosos  lectores  a que refleje el trabajo de los docentes que se dejan la vida sin contar las horas que dedican, con sus alumnos". Lo cual manifiesta que necesitamos ver delante de nosotros que cualquier realidad, también la educación tal y como está, contiene una positividad, ya que consigue hacer entender mejor de qué se trata y nos mueve a responder con lo que tenemos, lo más auténtico, lo más humano.  Como le sucede al profesor protagonista de la contraportada de El País.

Para Manuel de la Fuente, los chicos conflictivos son una ocasión y no una objeción. Un ejemplo de cómo afrontar una situación que para muchos es cuestión de medios. Él, en cambio, juzga la realidad desde donde comienza todo cambio posible, la persona de los chicos: "Si encuentras algo que realmente le interese al alumno ya te lo has ganado, ya no le importa las horas que tenga que hacer".

Esta creatividad nueva evidencia una mirada distinta a la persona. Conoce perfectamente el límite de los chicos pero no le frena como a tantos otros, porque el primer reconocimiento es que son un bien, que están bien hechos. Y confiando en ellos  provoca su curiosidad, su exigencia de aprender; porque los chicos están hechos para que la realidad les atraiga y él les pone delante una belleza que les atrae. Y esto es lo más sorprendente: en educación todo depende de este instante de gracia donde el chico desmotivado, al que nos referimos, encuentra algo que es para él. Que le atrae, le mueve, le cambia.

Reducir este momento espectacular a una cuestión de medios, como hace de rondón el periodista -aunque Manuel nunca lo diga- es no entender de qué se trata, cuál es la vocación de la que habla después.
De hecho, él afirma que los buenos docentes que lo son por vocación, "son unos supervivientes". Y es cierto; porque uno no sobrevive solo. Es impresionante la dedicación de nuestro amigo de Cantabria pero, dado que la vocación no se sostiene automáticamente, para no sucumbir a la cultura dominante, al desánimo, es necesario sostenerse a través de una realidad asociativa.

Esta red asociativa genera un pueblo que no depende de los políticos para educar y educarse. En nuestro caso esta asociación se llama ARCYP (Asociación para la Renovación Cultural y Pedagógica)

Por eso nosotros, un grupo de amigos profesores,  educadores y padres, nos reunimos para sostenernos en la posición educativa que nos parece más humana y juzgar juntos lo que ocurre en la escuela estatal. Porque nos interesa todo lo que tenga que ver con la educación.

Y nos interesa entrar los lunes como Manuel: "Pero el caso es que cada lunes vuelve a haber clase y chavales a los que educar, para los que encontrar ese clic que les despierte...".

Y nos interesa de cara a las próximas elecciones preguntarnos quién apoya experiencias e iniciativas nacidas de la creatividad del asociarse de  un pueblo. A este nos interesará votarle.

"Los profesores por vocación son unos supervivientes"

ENTREVISTA: LOS QUE NO SE RINDEN... MANUEL DE LA FUENTE Docente (entrevista en El País)

El año pasado, en un pequeño instituto de una pequeña localidad cántabra, había un chaval repetidor al que siempre estaban echando de clase por incordiar. En una de esas, un profesor le vio por el pasillo y le invitó a entrar en su aula, donde estaba enseñando investigación en ciencias sociales. Esto ocurrió más veces y, poco a poco, el chaval se fue animando; cada vez que le echaban de cualquier clase, se metía en la de investigación. Al final de curso, su trabajo sobre embriología (replicó, paso a paso, un estudio de Aristóteles sobre el desarrollo de los polluelos) acabó ganando el tercer premio en un certamen nacional. Medio centenar de alumnos han ganado con él premios de investigación "Si encuentras algo que realmente le interese al alumno, ya te lo has ganado, ya no le importa las horas que tenga que echar, el trabajo que tenga que hacer", cuenta Manuel de la Fuente Merás, profesor del instituto público Estelas de Cantabria, en Los Corrales de Buelna, una ciudad de 10.000 habitantes muy cercana a Torrelavega. Un entorno "más obrero que agrícola" de clases medias y medias bajas donde muchos chavales han estado durante años saltando del instituto a la obra apenas cumplían los 16. "Hay profesores que no entienden que un alumno puede ser intelectualmente muy bueno, pero académicamente muy malo, y no pasa nada", dice este docente de Filosofía desde hace 14 años y que hace seis bajó el ritmo porque le dio un ictus en mitad de una clase.


Pero siguió con su tarea y sus alumnos siguieron ganando premios: en torno a medio centenar han obtenido galardones, autonómicos y nacionales, por las investigaciones que han hecho con él. Entre recortes presupuestarios y protestas (en Cantabria, los primeros son incipientes y las segundas, tímidas, aunque el temor es que ambos vayan a más después de las elecciones), han llegado en los últimos meses a EL PAÍS numerosos correos pidiendo que se reflejara el trabajo de todos esos docentes que se dejan la vida, sin contar las horas que dedican, con sus alumnos. Uno de ellos era de un periodista cántabro que hablaba de Manuel de la Fuente y de todos sus premios. El profesor cuenta que las declaraciones de Esperanza Aguirre (por las que luego pidió disculpas), insinuando que los docentes son un poco vagos, hirieron profundamente las aulas de toda España; también las cántabras. "Solo tendrían que pasar un día en un instituto para darse cuenta... La gente no se cree que puedas salir sudando de una clase de 45 minutos". La sociedad es complicada y los institutos públicos necesitan recursos, pues los profesores van a trabajar igual, pero el resultado será mejor o peor para toda la sociedad si lo hacen en unas condiciones u otras. Eso será así aunque los buenos docentes, los que lo son por vocación, siempre estarán ahí: "Son auténticos supervivientes", aunque, dice con tristeza, cada vez son menos. Además, añade que hay mucho desánimo instalado en las escuelas. Pero el caso es que cada lunes vuelve a haber clase y chavales a los que educar, para los que encontrar ese clic que les despierte. Este año, un alumno al que le gusta mucho el fútbol está preparando un trabajo sobre este deporte y las matemáticas, y los programas informáticos que se están aplicando a los entrenamientos. Se quiere centrar en dos porteros: Casillas y Valdés. "A ver si sale", dice con tranquilidad. De la Fuente está orgulloso de todos sus estudiantes, cuenta, pero de los que más se acuerda es de los que no ganaron.

Su nueva novela, la escuela, la literatura y el cine


ENTREVISTA A ALESSANDRO D’AVENIA
www.wuz.it / Sandra Bardotti, 8 de noviembre de 2011

Cosas que nadie sabe es la segunda novela de Alessandro D’Avenia, quinta de 1977, “escritor y profesor perdidamente enamorado de la realidad”, como él mismo ama definirse. Con esta nueva historia D’Avenia profundiza en un diálogo, empezado ya con Blanca como la leche, roja como la sangre, sobre la adolescencia, la escuela, la literatura, el amor, el sentido de la vida. Le hemos preguntado qué piensa del sistema educativo actual [italiano, ndt], qué aprende de los jóvenes con los cuales está en contacto cotidianamente, qué representa la literatura en la vida de un hombre.

Cosas que nadie sabe pone la adolescencia en primer plano como en tu primera novela. Se trata de un período de la vida muy complejo, durante el cual se entra poco a poco en la vida adulta. Se habla mucho de adolescencia pero, con frecuencia, se hace superficialmente, garantizando lugares comunes que solo en pequeña medida se corresponden con la realidad. El éxito de tus dos novelas demuestra que la vía que has elegido para describir esta fase de la vida y la seriedad con la que la estás recorriendo es la justa: contar la experiencia de los jóvenes penetrando en su universo. ¿Por qué has elegido hablar de la adolescencia? ¿Qué das y qué recibes de ellos diariamente a través de tu trabajo? ¿Qué funciona y qué no en la escuela de hoy?


D’AveniaLa adolescencia es el florecer de una vocación. Es el periodo terrible y mágico en el cual descubrimos nuestros puntos fuertes y nuestros límites, vamos a la caza y captura del sentido de nuestra existencia y nos interrogamos acerca del para qué vale la pena jugarse la vida. Creo que es esto lo que buscan los jóvenes: una vida llena; y la plenitud de una vida depende de la alegría que supone realizar la novedad que somos cada uno de nosotros. Los adolescentes no son como se nos cuenta: amorales, superficiales, materialistas… Se vuelven así por la ausencia de maestros y de desafíos verdaderos. He visto cambiar a muchos y yo mismo he cambiado gracias a mis maestros. De mis chicos recibo la obligación de ser auténtico todos los días: estoy llamado a vivir aquello de lo que hablo, y ellos lo pretenden. En la escuela de hoy hay muchas cosas que no funcionan. Tengo una idea de reforma a coste cero. Primero, tener la puerta de las aulas abiertas para que todos vean lo que hace un profesor en clase. Segundo, preparar la lección (no todos se las preparan). Tercero, implicarse en primera persona en aquello que se dice: si Dante no cambia mi vida no tiene sentido enseñarlo. Cuarto, tener en cuenta el destino de cada alumno, ayudándolo a descubrir sus puntos fuertes y a convivir con sus puntos débiles. Quinto, sonreír. Sueño con una escuela que no sea un amortiguador social o una reserva de votos para los políticos, sino una fragua de vidas valientes y enamoradas de la verdad, el bien y la belleza. Sueño con una escuela en la que no se dé la misma “menestra” a todos sino que se construyan recorridos personales. Sueño con una escuela en la que padres, profesores y estudiantes colaboren realmente: es el único “triángulo amoroso” en el que, si todos se aman, son felices. Esta escuela ya existe, pero necesitamos ampliar sus confines.

¿Cuándo ha sido importante el intercambio de opiniones que aparecen en tu blog (también desde el punto de vista de la reconstrucción de la jerga adolescente)? ¿Ha inspirado mucho tus novelas?
Mi blog es un laboratorio de reflexión, de intercambio de ideas, de historias. Los chicos están dispuestos a ponerse en juego, a veces más que en clase. Tienen menos miedos puesto que están protegidos por una pantalla. Muchas de las “Cosas que nadie sabe”, mi nueva novela, esconden las preguntas imposibles de los chavales. Afortunadamente, ellos siguen teniendo el valor de plantearlas.

Una cita en un epígrafe particularmente significativo abre Cosas que nadie sabe. Son dos versos extraídos del libro XVI de la Odisea, cuando Ulises se desvela a su hijo Telémaco: “Si los mortales pudieran elegir todo por sí mismos/ elegirían el día del regreso del padre”. La referencia a la trama del libro es evidente, pero en las palabras de Telémaco hay un núcleo de sentido –presente sutilmente a lo largo de toda la novela y es un motivo muy importante– que va más allá de la búsqueda material de un padre perdido y la reconstrucción de un orden familiar: se trata de la búsqueda del Padre, de la figura simbólica que transmite la lección y entrega un testigo a los Hijos. Ya hace tiempo que vivimos en una época sin Padre. ¿Cuánto les falta esta figura a los adolescentes? ¿Qué es lo que NO enseñan hoy en día los Padres a los Hijos?
¿Es la crisis la que ha robado el futuro a los jóvenes? No. No confundamos lo exterior con lo interior. La crisis traerá más hambre, obligará a no conformarse con el bienestar para ser felices. El futuro de los jóvenes lo roban los adultos que no les miran, los adultos que ocupan puestos de poder y les da igual el bien común, los adultos que construyen un dique para impedir el acceso de los jóvenes al mundo del trabajo, los adultos que no están dispuestos a ponerse al servicio de la generación venidera pasando el testigo. Hay muchos Cronos, sentados comiéndose a sus hijos, que ellos mismos han traído al mundo. Un padre verdadero da la vida por sus hijos, no los devora, no devora su futuro. Mi vida está llena de significado gracias a los padres que he tenido: mi padre y mis maestros.

No solo los adolescentes son los protagonistas de tus novelas, aunque tus reflectores se dirigen de manera particular a ellos. Todos estamos en búsqueda de algo que nos lleve a aferrar el sentido de la vida. También los adultos. Por tanto, existen “cosas que nadie sabe”.
Se dirigen a los adolescentes porque normalmente son ellos los que despiertan a los adultos de su torpeza, aunque con gestos extremos e imprudentes. El dolor, la muerte, un amor que se rompe, un amor que empieza, el miedo, la felicidad, Dios. Prácticamente todas las cosas más importantes nadie las sabe con exactitud. Hay preguntas que mis alumnos me hacen cada día y hay preguntas que a veces los adultos olvidan o no quieren afrontar. Sin embargo, es precisamente la búsqueda de una respuesta lo que da a la vida un significado. De otra manera nos aburrimos.

Tu novela está llena de referencias literarias, antiguas y modernas, desde Homero al Apocalipsis, de Shakespeare a Hölderlin, a Salinas. En Cosas que nadie sabe, como también en Blanca como la leche, roja como la sangre, hay un personaje que es una pieza fundamental de la arquitectura narrativa: el joven profesor, que sabe captar el sentido de los libros, pero no consigue poner en orden su propia vida. ¿Por qué es importante la literatura? ¿Qué podemos aprender de la gran literatura? ¿Cuál es tu experiencia en este sentido?
La literatura nos libera de ciertos automatismos a la hora de pensar. Hace inteligente nuestro corazón. Mantiene vivas las preguntas fundamentales. Nos vuelve empáticos de cara al mundo y a los demás. Y nos hace dormir en paz... Veo a tantos jóvenes “encenderse” frente a páginas de los clásicos: su sed de sentido encuentra satisfacción y compañía. Y después, como decía Tolstoi en la carta que cito en los agradecimientos del libro, “la finalidad del arte no consiste en resolver problemas, sino en obligar a la gente a amar la vida”. Si me dijeran que puedo escribir un libro en el que puedo demostrar como verdadero mi punto de vista sobre todos los problemas sociales, no perdería una hora por una obra de ese estilo. Sin embargo, si me dijeran que lo que escribo será leído dentro de veinte años por aquellos que ahora son niños y que se reirán, llorarán y se enamorarán de la vida en mis páginas, entonces dedicaría a esta obra todas mis fuerzas”. Escribo por esto.

¿Puedes darme algún anticipo de la película que se estrenará en 2012, basada en tu primera novela Blanca como la leche, roja como la sangre? ¿Te has ocupado de la escenografía? ¿Seguirá fielmente el libro?
He seguido la redacción del guión e intentaré seguir, dentro de lo posible, el rodaje. Todavía es demasiado pronto para decir algo. Seguirá el libro, pero ser fiel a la hora de traducir un libro en una película no quiere decir hacerlo igual, sino repensarlo como si hubiera sido concebido por primera vez en ese nuevo lenguaje. Hemos trabajado así. Por tanto, no faltarán las sorpresas. Quien ha amado el libro se sentirá en casa.

martes, 25 de octubre de 2011

¿De qué unidad estamos hablando?


Huelgas, protestas, quejas. ¿Es lo mismo de siempre? No, hay algo más profundo que se está derrumbando mientras la crisis se está llevando por delante viejas y nuevas ilusiones y nos reclama a la realidad.

La figura del profesor nace como un adulto que debe ayudar a los más jóvenes a experimentar la unidad entre sus vidas y todas las actividades y las materias que aprenden. Por esta razón, la vocación a la comunicación está ligada a la profesión, o sea, a la responsabilidad pública que los profesores asumen al hacer carne los recorridos de las enseñanzas que mantienen vivo el saber transmitido. ¿Cómo? En el pasado reciente la ideología participativa aplicada a la organización y a la didáctica ha acuñado el método de la colegialidad en la escuela para adecuarse a la "sociedad abierta". La colegialidad como dimensión de las relaciones internas de la escuela y de la didáctica se ha considerado siempre. Sin embargo, ha intervenido un gusano que ha carcomido desde dentro cualquier disposición a la siempre necesaria dimensión compartida de la propuesta didáctica. Este malestar oculto se llama falta de inteligencia de una finalidad común: el maestro, de hecho "obligado" a la colegialidad, se ha sometido a los rituales del colectivo (claustros, reuniones, consejos, departamentos), pero sigue concibiéndose de manera impermeablemente solitaria. Una mónada que a veces se reúne con otras mónadas en supuestos momentos de coordinación y reunión organizativa.




El colapso de la confianza en la colegialidad ha dejado al profesor desilusionado y le ha nublado la vista respecto a su propia identidad personal y profesional, ya que ha reducido su compromiso a la búsqueda humillante de un modo de sobrevivir. En el picador de carne del formalismo de tanta coordinación - en el que termina siendo más importante la propia organización que la vida de la clase, de la escuela, de las personas - se ha incrementado asimismo una preocupante división entre la vocación a la enseñanza, o sea, la vocación a comunicarse a sí mismo a través de lo que se enseña, y la profesión que se consigna a los ritos de los servicios comunes.

Nos preguntamos cómo es posible, por un lado, superar el individualismo, mal profundamente arraigado en los profesores, y, por el otro, atacar el formalismo que reduce los momentos de intercambio de experiencias profesionales a una mero rito externo, y, por lo cual, carente de sentido.

He aquí la pregunta: ¿al final, de dónde puede renacer la solidaridad en el trabajo sino de la persona de aquel maestro que acepta ir al fondo de sus hipótesis sobre la enseñanza y la educación?

¿No es, quizás, éste el punto crítico, el nudo gordiano de la relación con los alumnos y los compañeros, con las materias que se imparten y con la escuela en su dimensión organizativa? Sin este exponerse, la unidad es poco más que una formalidad.

Para que suceda es necesario, en primer lugar que el maestro haga experiencia de lo que enseña, no en el sentido un poco moralista de "dar buen ejemplo", sino en el más enriquecedor de volver a mirar el trozo de realidad que le es dado para desentrañarlo con los estudiantes como algo suyo.

No hay reglas preestablecidas; es él quien debe asumir la responsabilidad de desafiar la realidad con una hipótesis, no el director o el ministerio, cuya misión es preparar el camino, no obligar a recorrerlo de una manera determinada. Desde aquí se puede reiniciar la unidad de sentirse, ante todo, adultos que son provocados por las preguntas que la realidad les pone, a ellos y a sus chicos. Una unidad que nace de la percepción de una finalidad presente en todas las cosas, y no de sistema de reglas que pretende reducir el impacto de la realidad hasta anularlo.

martes, 20 de septiembre de 2011

La gran ocasión


En este inicio de curso, la circunstancia de las instrucciones de la Consejería de Educación de la CAM nos ha proporcionado la ocasión de reunirnos y enjuiciar la situación en la que nos encontramos. Nos interesa descubrir qué contiene para nosotros este principio de curso.

1) Nos urge recordar que la educación coincide con el amor a la persona tal y como es, con el alumno. Educamos por esto y no porque estemos en unas condiciones laborales más o menos favorables. Es la relación con la persona del hijo que cada familia nos confía lo que hace interesante el camino escolar. Y es esta experiencia lo que permite a los padres confiar en nosotros. Todo el deseo de que la formación sea buena y en las mejores condiciones posibles es el fruto de una pasión por recorrer junto a ellos el camino para entrar en la realidad acompañándolos en el descubrimiento de su significado. Y esto nos llena de conmoción.

2) Y porque nos importa la realidad no podemos obviar la situación económica en que se encuentra España. Tener un país en quiebra técnica nos obliga a preguntarnos: ¿qué responsabilidad tenemos ante esto? Todos los sectores sociales y, por tanto, también la escuela deben responder a esta pregunta. Y si es verdad que lo estatal debe ofrecer lo mejor, la máxima calidad posible, precisamente porque es un servicio a disposición de todos; también lo es que tenemos la necesidad de seguir mejorando la gestión de unos recursos humanos y materiales que por ser públicos merecen el máximo respeto y consideración de todos.

Por otro lado, la política de la CAM en su actuación ha dejado descontentos a muchos. La forma en la que ha efectuado los recortes ha enrarecido el clima de una escuela estatal que ha perdido calidad y eficacia debido a la burocratización de la enseñanza y al pedagogismo de las últimas décadas. La cuestión es si se puede razonablemente pedir a los profesores que, de la noche a la mañana, se organicen de otra manera; sin darles ni el tiempo ni  la posibilidad de hacer un camino junto a sus compañeros que les hubiera permitido ponerse en juego creativamente en primera persona.

3) La educación es principalmente una cuestión de personas adultas. Y no de más recursos, aunque éstos sean necesarios. Es quien mira la realidad que tiene delante y se conmueve frente a la vida que bulle a nuestro alrededor el que es capaz de educar. Sabemos que la crisis que vivimos reclama de nosotros todas las energías. Pondrá éstas en movimiento, aquel cuya mirada descubre la belleza de la realidad, en medio de tantas dificultades y contradicciones. Una mirada que valora cualquier pequeña posibilidad de mejorar y crecer en la vida a través del trabajo: de la relación con nuestros alumnos, con sus padres, con nuestros compañeros; y que nos abre a la posibilidad incluso del sacrificio en un momento de especial dificultad como el actual en beneficio de nuestros chicos y del bien común.

4) Sólo un sujeto social libre que asume la situación y hace propuestas es interesante para la construcción de la sociedad. A mayor desafío, mayor es la necesidad de que las personas libremente asociadas contribuyan proponiendo aquello que ven. Sólo entonces un problema como la crisis, también en la escuela estatal, se convierte en una gran ocasión personal y social. Lo demás vuelve a ser un estatalismo que deja a la sociedad a merced de las decisiones de los políticos de turno.

ARCyP (Asociación para la Renovación Cultural y Pedagógica) propone compartir y trabajar juntos sobre estos aspectos:
• Autonomía real de los Centros de Enseñanza que haga posible llevar a cabo proyectos educativos propios
• Equipos docentes estables e implicados con el Proyecto educativo de su Centro
• Revisión de las Asignaturas y de los currículos
• Reordenación de itinerarios educativos que permitan responder más adecuadamente a las necesidades de los alumnos.
• …
• Y sobre todo comenzar a trabajar con todos los agentes sociales, para llegar a un gran Pacto Escolar.

Este camino es lo más razonable para no encasquillarnos en una posición ideológica que nos enfrenta y debilita. Por ello, no creemos que sea la huelga lo que responde a este momento. El tiempo lo dirá.
Nos interesa la educación, por eso queremos trabajar con todos aquellos que comparten este mismo gusto por educar y enseñar acompañándonos en esta aventura.

ARCyP (www.arcyp.org)

Reflexión sobre la educación actual


Llevo muchos días dándole vueltas a este problema y confieso que me está quitando muchas horas de sueño y produciendo muchos dolores de cabeza .Primero pienso en mis compañeros desplazados o que se quedaron sin destino (yo podría haber sido uno de ellos), y en los interinos, que están sin trabajo (porque detrás de cada persona en paro hay siempre un drama personal y familiar). Luego, intento ponerme en el lugar de los que han tomado esta medida, y pienso que, si bien es cierto que tenemos una crisis económica  terrible, hubiera sido mejor sentarse a dialogar sobre el dinero del que se puede disponer realmente y dónde y cómo se puede emplear  para que sea lo mejor para todos; sin tener que imponer unas medidas y amenazando si no se cumplen (como cuando en una familia se atraviesa por una dificultad económica y juntos ven cómo reducir gastos y en qué es mejor gastar el dinero, pero los primeros que dan ejemplo son los padres). También he hablado mucho con familiares y amigos, y hay comentarios de todo tipo: unos te dicen que tú tienes la suerte de tener un trabajo fijo y ellos están en paro, otros que trabajan más horas que tú y ganan menos, otros que tienes la suerte de estar con tus hijos por las tardes y en vacaciones… y al final, como te conocen, te dicen que ellos saben que tú te tomas en serio tu trabajo y a tus alumnos. Y pienso muchísimo en los alumnos, que al final, son los grandes perjudicados.


   Todo esto me ha hecho volver a preguntarme qué es para mí educar y por qué sigo trabajando en  ésto, después de 17 años, y no lo dejo. Y tengo claro que el motivo principal por el que estamos aquí no es el sueldo y los dos meses de vacaciones (con la situación que tenemos aguantaríamos un par de años como mucho). Para mí educar no es sólo la pura transmisión de conocimientos, sino una relación profesor- alumno (uno educa con su persona) en la que el profesor, a través de su materia o de cómo trata al alumno, le provoca a éste a que se pregunte e interese por toda la realidad y el sentido de las cosas (por eso nunca nos podrán sustituir por ningún ordenador o cualquier cosa que se inventen). ¿Quién no ha  tenido algún maestro?, una persona que apasionado con lo que explicaba, te despertaba, hacía que te interesases por lo que te decía y te contagiaba su gusto por las cosas. También os miro y pienso cuánto tengo que aprender de vosotros, cómo tratáis a los alumnos, cómo les escucháis, cómo os implicáis con ellos en cosas que les gustan. Cómo os preocupáis de su situación personal… en definitiva cómo les queréis (puedo poner muchos ejemplos de esto).   Para terminar una última cosa que me preocupa. Llevamos bastantes años sufriendo el fracaso escolar de los alumnos y cómo abandonan sus estudios, estamos en la cola de los países desarrollados en la educación. Creo que sería necesaria una reforma educativa en la que se revisase las materias y su contenido para adecuarlos a las necesidades de los alumnos y la sociedad actual, que contase con la opinión de los profesores y el consenso de los principales partidos políticos para que no dependiera de los arreglos que hace cada uno cuando llega al poder.

Lourdes

viernes, 16 de septiembre de 2011

Hacer el cristianismo

Comenzamos un nuevo curso escolar. Ante todo lo que empieza podemos darlo por supuesto o avivar la pregunta: ¿Estaré a la altura del reto que este nuevo curso me plantea? Máxime cuando, como en el caso de los profesores que trabajan en la escuela estatal, el curso comienza en medio de un conflicto causado por las medidas adoptadas por algunas Comunidades Autónomas que se ven obligadas a hacer frente a la crisis económica. En este contexto se agudiza la necesidad de discriminar con mayor agudeza cuál es nuestra verdadera tarea educativa.
Bajo el título “Hacer el cristianismo”, os proponemos el diálogo de Julián Carrón con un grupo de educadores (Milán, febrero de 2010), agradeciendo que alguien nos recuerde cuál es la verdadera relación educativa: la que responde al deseo del corazón, el nuestro y el de nuestros alumnos.

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martes, 14 de junio de 2011

Educa quien despierta al yo (crónica)

Mª Carmen Carrón


El pasado sábado, en un encuentro organizado por la asociación ARCYP, tuvimos el placer de escuchar a tres personas que desde ámbitos muy diferentes están relacionadas con el campo educativo y que se pusieron en juego de forma bellísima frente al tema “Educa quien despierta el yo”. Javier Restán, director general de Ayudas y Becas de la Comunidad Autónoma de Madrid; David Reyero, profesor titular de Educación de la Universidad Complutense; y Antonella di Giordi, vicepresidenta de la escuela Oliver Twist de la Fundación Cometa Como (Italia).      

       La primera percepción latente al terminar el acto es la sorpresa de que el objetivo se había cumplido, había sido un momento educativo, “habían conseguido despertar nuestro yo”. El encuentro tenía como primer centro de interés el diálogo sobre los alumnos y la emergencia educativa reflejada en su ausencia de deseo. Antonella lo ilustró con la descripción de la situación de los chicos que llegan a la escuela Oliver Twist: jóvenes de 16-18 años que abandonan el colegio, sin expectativas y cuyas características son la rabia, la falta de autoestima, el riesgo social; y sus hábitos: duermen hasta tarde, están en la calle, abusan del alcohol y las drogas y se pelean por miradas o se encierran en la habitación y están frente al ordenador toda la noche.
Javier Restán reconoció que, a pesar de las apariencias, el deseo de estos chicos existe: «¡Y cómo existe!». Muestra de ellos es una carta de María, alumna de la Oliver Twist: «Uno se vuelve sordo, porque no quiere oír lo que le dicen los demás; se vuelve ciego porque no quiere ver; se vuelve inconsciente, estúpido, porque disimulamos no haber entendido nada; cuando en realidad lo hemos entendido todo».
David Reyero considera que la emergencia educativa sucede porque los chicos no aceptan la dependencia constitutiva del ser humano, a través de la cual se aprende a ser verdaderamente libre, y la confianza como método de conocimiento.
El problema, según Javier Restan, no está en los chicos, está en los adultos que silencian su propio deseo por impotencia –como una vergüenza–, no tienen nada que decir ante los grandes problemas de la vida: la sexualidad o la muerte, por ejemplo.
Es a lo que David alude cuando dice que existe un fracaso en la transmisión del legado del pasado que se pone ante el chico; y sin embargo, el hijo-alumno percibe inmediatamente lo que es importante o no para el adulto.
El lema de la escuela Oliver Twist es “Acoger para educar”. Los adultos responden al drama de los chicos afirmando la totalidad de su persona, que no está definida más que por su deseo de ser feliz; partiendo de aquí todo chico es educable.
Así nos introdujimos en el segundo gran aspecto del problema: el adulto. Tanto Javier como David reconocían un paternalismo estatalista en el sistema educativo español, cuyas víctimas son, en primer lugar los alumnos y en segundo lugar, los padres: los primeros porque la escuela reduce los conocimientos indispensables y genera un escepticismo, puesto que ya no se trata de conocer la verdad (porque no existe). Y los segundos, los padres, porque se ha impuesto la tendencia de un igualitarismo de centros que elimina la pluralidad social y que impone, como consecuencia, que todos los centros tienen que reflejar todas las posturas en lugar de primar una consistencia interna, una coherencia en la cosmovisión, unas señas de identidad.
En este contexto es necesario recuperar el aprendizaje como tejido de la tarea de las aulas, que están para enseñar; aunque lo parezca, ya no es obvio. Antonella de Giordi aportó la experiencia de la escuela Oliver Twist, donde el camino para aprender va de la experiencia al conocimiento, y cuyo método de trabajo se basa en la belleza, la excelencia y la relación con el adulto-maestro.
El tercer punto consistía en la relación entre los adultos que educan. Los tres reclaman de manera unánime que la tarea que hay que devolver a la escuela es la de enseñar, y para ello se trata de que los profesores – que no pueden estar solos para evitar el autoengaño, al menos– deben hacer presente una unidad. Se trata de “Educarse para educar”, como sucede en la Oliver Twist, donde el trabajo de los profesores con los chicos que no quieren saber nada del colegio consiste en encontrar el punto que despierta el yo de cada uno y acompañarles hasta que llegan a desear conocer la verdad, la belleza y cómo está hecha la realidad. La unidad de los adultos se ve en la obra que se hace juntos: es interesante y es lo que fascina a los chicos.
Sin embargo todos estamos llamados a establecer una relación con la realidad que tenemos delante, un diálogo sincero con nuestros compañeros, entrando en una amistad gratuita que educa a los chicos. Éste el factor más importante desde el punto de vista educativo.




Al contarnos Antonella tres de los fascinantes proyectos que la escuela Oliver Twist ha puesto en marcha, Javier Restán decía: «Me llena de esperanza ver que esto existe, que este trabajo es posible con chavales difíciles desde el punto de vista educativo. Es necesario estar juntos para que haya posibilidad de que vuelva a despertar la esperanza a través de los ejemplos que nos dicen que es posible una tarea educativa tan potente como ésta».
Para los que fuimos testigos de este diálogo también se despertó de nuevo la esperanza frente a esta tarea.

martes, 7 de junio de 2011

Tramas que educan (y re-educan)

Taller de moda en la cárcel. Es uno de los frutos de las “Tramas de libertad” que han unido a la prisión de Como con la escuela Oliver Twist, con un grupo de empresas de moda y con una estilista neoyorquina. El resultado está a la vista de todos.

Laura, nombre ficticio de una de las presas, es peruana, tiene cuarenta años y hoy ha invitado a su hermana y a su sobrino, que se sientan en la fila reservada, delante de los funcionarios de prisiones y justo detrás de las autoridades.


Las “Tramas de libertad”, que dan nombre a un proyecto de colaboración entre la escuela Oliver Twist de Cometa y la junta de distrito de Como, celebran su jornada de clausura y unen, por una tarde, a muchas de las personas implicadas de alguna forma en la iniciativa. Son tramas entretejidas con las hermosas telas con que se han confeccionado las prendas que se muestran tanto en la exposición como en el desfile, en el que participan las presas e incluso una agente de policía.

Las mismas tramas que durante tres largos meses han unido a los chicos de cuarto curso de la escuela textil con ocho presas. Gracias a una idea de Erasmo Figini, promotor de la escuela, y de la estilista neoyorquina Kirsten Randolph, residente en Como, los chicos han cruzado el umbral de la cárcel y han conocido a estas mujeres, a las que han tratado como las clientas ideales de su sastrería ideal, ésa que podrían poner en marcha una vez que consigan su titulación profesional.

Acompañados por sus maestros, han recogido los pedidos de estas mujeres, venciendo sus reticencias iniciales. Provocados por los sueños de elegancia de sus clientas, volvieron a la prisión al cabo de unos días con sus diseños y algunas muestras de tejidos que buscaron en las tiendas de Lisa, empresa líder en el sector que exporta desde Como tejidos a todo el mundo y que apoyó desde el principio este proyecto.

Era el momento de que las clientas eligieran los tejidos para después llegar al siguiente paso: los accesorios. Más empresas asociadas y más decisiones: zapatos, bolsos, joyas... Entre esas pesadas puertas que se abren y se cierran, el estruendo de los pernos y el tintineo de las llaves de los agentes, el taller de Cometa, al cabo de tres meses, toma vida. Los alumnos, cada vez más profesionales; y estas mujeres, cada vez más espontáneas y exigentes, cada vez más ellas mismas, dejando emerger su feminidad, que la rutina penitenciaria estaba ahogando entre el chándal y el abandono.

Un ir y venir que empezó con temor a la diferencia y con desgana, y que termina hoy con satisfacción, entusiasmo, osadía. Por fin, todos –profesores, alumnos, clientes, empleados, educadores y autoridades– se reúnen en el aula magna de la Oliver Twist. Está abarrotada y se percibe un sentimiento de alegría propio de las cosas bellas y difíciles que llegan a buen puerto. Alegría y conmoción porque Mevlude, una joven estudiante turca, comunica, en un italiano un tanto incierto, el entusiasmo por una experiencia que es verdadera escuela y verdadero trabajo, a un nivel altísimo en comparación con cualquier instituto superior de Italia, pero posible en una joven escuela profesional como es la Oliver Twist. 

Conmoción también porque Laura no deja de saludar y dar las gracias, en primer lugar a la directora de la prisión, Maria Grazia Bregoli, y luego a los educadores, al cuerpo policial, a la estilista, a los alumnos y profesores de Cometa... y no consigue terminar porque rompe a llorar.

Afuera llueve, pero luce el sol, por eso en el aula magna se siente un calor tropical. Por eso y por la pasión, alegría, ternura, deseo que suceden ante los ojos de todos y que caldea el corazón. Aún existen lugares, en este país tan complicado, donde sucede el milagro de que las cosas funcionan, donde la escuela es escuela y la cárcel es cárcel, es decir, donde la primera educa y la segunda re-educa, donde cada uno pone su pequeño grano de arena para construir lo que una vez se llamó el bien común.

Ezia Molinari, directora de la Oliver Twist y teniente de alcalde de Como, mira con los ojos humedecidos este pequeño milagro. Apoyada en su muleta, con el brazo en cabestrillo a causa del ictus que sufrió hace cuatro meses, disfruta, radiante, de la enésima batalla ganada por su escuela. Tramas de libertad, tramas de bien.


Lucio Lavrans

martes, 31 de mayo de 2011

EDUCA QUIEN DESPIERTA EL YO


La Asociación ARCYP organiza un encuentro en el marco de su Asamblea general anual, titulado “Educa quien despierta el yo”. La emergencia educativa está cada vez más presente en nuestra sociedad expresada en una ausencia de deseo. ¿De dónde partir al educar? Queremos responder a este reto desde la experiencia de una escuela, de un profesor universitario y de un político:

Antonella di Giordi (Subdirectora de la escuela Oliver Twist – Fundación Cometa)
David Reyero (Profesor de pedagogía – Universidad Complutense)
Javier Restán (Director general de becas y ayudas a la educación de la CAM)
Fecha: Sábado 11 de junio
Lugar: C/ Tutor 35, Madrid. (Centro de Enseñanza Superior Luis Vives)
Destinatarios: Padres y profesores
Programa:
10:30h: Comienzo de la Asamblea
11:00h -13:30h: Encuentro titulado “Educa quien despierta el yo”

domingo, 29 de mayo de 2011

Una forma revolucionaria de educar

Paolo Perego


Presentación del informe de la Fundación para la Subsidiariedad sobre “Educación y formación profesional”. Entre las empresas educativas analizadas, la Plaza dei Mestieri de Turín, un lugar donde, entre las clases y el trabajo «ves cómo a los chicos les cambia la cara»

Es el último de los encuentros del ciclo dedicado a los 150 años de la unidad de Italia titulado «Un cruce de caminos diferentes». El Centro Cultural de Milán decide abordar un tema distinto, nuevo respecto a todas las demás cuestiones relacionadas con las celebraciones de este aniversario, y opta por la subsidiariedad, «una forma revolucionaria de crecer». El protagonista será el Informe 2010 recién publicado por la Fundación para la Subsidiariedad sobre Educación y formación profesional.
Frente a la emergencia educativa cada vez más extendida, la Fundación para la Subsidiariedad ha puesto en marcha una investigación en el ámbito de la educación y de la formación, poniendo en evidencia cómo hoy, «nos toca afrontar en primera línea el fenómeno del malestar juvenil» y el consecuente fracaso escolar. «Ante una urgencia así, en los últimos tiempos han nacido de forma subsidiaria experiencias de educación innovadoras que ponen la educación de la humanidad en el centro de su propuesta a los estudiantes», afirma el informe. Los autores analizan el impacto de las obras educativas que han nacido en este contexto y señalan cómo «la adopción de una iniciativa subsidiaria en la formación profesional influye en el resultado académico, en la inserción laboral y en la inclusión social de los jóvenes diplomados y cualificados». 



Entre las “empresas educativas” estudiadas, figura la Plaza dei Mestieri, en Turín. Una obra nacida en la capital piamontesa en el año 2003, con la intención de preparar a los jóvenes para el mundo del trabajo. «Setenta mil metros cuadrados para 550 alumnos entre 14 y 20 años, de los cuales el 70%, este año, procede de familias con rentas situadas por debajo del umbral de la pobreza, once mil euros anuales». Su presidente, Dario Odifreddi, afirma: «de dónde nace algo así es de un punto común con otras muchas realidades, que luego, por el contexto y por las circunstancias, actúan de manera diferente. Pero el corazón de todos es el mismo: nos damos cuenta de una necesidad y empezamos, como podemos, a responder».

Muchos de los chicos proceden de situaciones difíciles. «Muchos son “fracasados” escolarmente hablando. Aquí descubren el valor de aprender a través del trabajo. Por ejemplo, empiezan a estudiar idiomas porque los clientes del restaurante, si trabajan como camareros, son extranjeros. Así aprenden mejor, porque lo que estudian tiene un sentido». Estudio y aprendizaje, en definitiva. «No sólo. También trabajo. Hemos unido a la actividad educativa la productiva. Nuestros chicos salían muy preparados, pero después, por un motivo u otro, no conseguían encontrar trabajo. Así que abrimos una pastelería, un restaurante... Producimos, y los productos se venden como productos de excelencia. Los chicos son contratados y resulta incluso más educativo que el trabajo “académico”, pues están obligados a ser precisos, puntuales... profesionales». Después, la entrada en el mundo del trabajo se hace más sencilla, gracias también a una red de relaciones con empresas, grandes y pequeñas, que apoyan la iniciativa de esta escuela. 


¿Pero cuál es la diferencia de una propuesta educativa como ésta? ¿Qué propone realmente a sus alumnos? «Yo diría dos cosas: la belleza y el redescubrimiento del valor de uno mismo, que bien mirado van unidas. La propuesta no se limita a enseñar a hacer un trabajo, sino a que el alumno descubra que “todo es para él”. Por eso nacen iniciativas culturales, artísticas, conciertos, concursos de poesía... Hasta setenta en el programa de este año. Estar delante de la belleza, desearla, les hace darse cuenta del valor que tienen. Cuando llegan, lo ves: a veces llega un grupo de “matones”, que en el fondo piensan que su vida no tiene valor ni futuro. Les han dicho que su futuro será precario, que los deseos que tienen no se realizarán, que hay ciertas cosas que no son para ellos... Y luego ves cómo les cambia la cara, porque se dan cuenta de que hay alguien que, al educarles así, les quiere, como un padre con sus hijos». 


Además, aprenden un trabajo manual. «Cuando tienen las manos en la masa, literalmente cuando amasan pan, quieren que lo que hacen sea lo mejor del mundo. Y eso sólo sucede porque aprenden una pasión por lo que hacen». Aprenden por tanto a apasionarse por la realidad. «Sí, y eso no se aprende en el pupitre, no es algo que decidas aprender. El que enseña debe ser así, apasionado, tener esta mirada sobre las cosas. Por eso es difícil que existan realidades análogas que no nazcan “desde abajo”, que no sean subsidiarias». En este punto, el papel de las instituciones es fundamental. «Pero no sólo de las instituciones, que deben mirar como ejemplos positivos a estas realidades y darles todo su apoyo. También el tejido social en el que nacen. Para nosotros son las empresas, el ayuntamiento, la gente que participa en las actividades culturales que hacemos». 


Es el Turín de los salesianos, del Cottolengo. «Tal vez todo esto lo llevemos dentro, este carisma por el trabajo. El primer contrato de aprendizaje en Italia lo hizo don Bosco en 1859. Pero el carisma no bastaría si no hubiera una realidad que continuamente nos educara en la pasión por el otro que tenían aquellos santos. Porque no es algo innato, sino que nace de un encuentro y de una amistad que continuamente la despierta. Para mí, y para los amigos con los que empecé, es el movimiento de Comunión y Liberación».

¿Profesor virtual? No, gracias

Fabrizio Rossi


Se acabaron los tachones en rojo en el cuaderno. Se acabaron las súplicas a un compañero para que nos deje copiar. Probablemente se acabaron las pesadillas durante la noche antes del examen. Al menos, ésa es la promesa de MyMathLab, un software que desde septiembre ayudará a los estudiantes italianos a aprender matemáticas. Da la impresión de “tener al lado a un tutor personal, siempre disponible, que se dedica a conseguir el éxito del alumno”, dicen sus inventores. Como un profesor virtual, que te sigue mientras resuelves un problema y te señala inmediatamente dónde te has equivocado, te repite la fórmula correcta millones de veces si es necesario, y sin perder la paciencia. Basta con ir a internet y acceder a los ejercicios. 


Parece un sistema perfecto, ¿pero es suficiente para enseñar una materia? El que va mal, ¿sólo necesita memorizar las reglas y aplicarlas? “Por supuesto que no”, afirma Grazia Cotroni, profesora de matemáticas. “La cuestión es siempre tener delante a una persona de carne y hueso, con su humanidad”. Se le hace evidente cuando está en clase, donde cada día trata de explicar ecuaciones y teoremas a los alumnos del Liceo artístico. “Hace falta una persona apasionada, que haga nacer esa envidia que hace que un estudiante diga: ‘Yo quiero ser así’. De otra forma, uno podría resolver todos los problemas del software y no estar contento”. La alegría duraría sólo lo que dura el momento de éxito, como cuando ganas a la playstation. Sin embargo, dentro de la aridez de esos números hay muchos más: “¿Qué quiere decir aprender una regla? Demostrarla, estar en relación con alguien que te sugiera el camino que debes recorrer. Que te muestre la relación que tiene esa regla con el mundo entero, por ejemplo, haciéndote ver que las parábolas tienen que ver con los faros de un coche o con una antena de satélite”.

¿Ni siquiera una asignatura más “técnica”, como las matemáticas, puede dejar en segundo plano la relación humana? “De hecho en estos casos es aún más importante”, explica Grazia. “Porque los alumnos corren el riesgo de pensar que lo que estudian no tiene nada que ver con ellos. Aprenden la regla pero no la hacen suya. Sin embargo, dentro de una relación nada queda fuera. Ni siquiera los errores, “como me pasó ayer. Delante de la fracción 420/120, una chica simplificó el veinte con el veinte. Error. Había deducido una regla: ‘puesto que se pueden eliminar los ceros, he pensado que también podría eliminar los doses’. Le dije: ‘Bien, veamos si funciona’. Después de aquel ejemplo entendió que la regla no valía, pero lo verificó ella misma”. Un software habría detectado el error, pero nada más, no habría construido nada a partir de ahí. “Sin embargo, así uno no olvida nunca lo que aprende. Y sobre todo aprende a razonar”. 


No se trata de demonizar la tecnología. “Hay que usarla, es una ayuda”. De hecho, la profesora Cotroni ha creado un sitio web con video-lecciones (www.viamathea.it). “Es muy diferente mirar a uno que tiene pasión por la realidad y te lanza, te provoca a indagar sobre la razón de todo”. Sólo así sucede algo que va más allá de una clase de fracciones. “Los chicos empiezan a preguntarse el porqué de todo lo que hacen. Se preguntan: ¿por qué es así?, ¿será siempre así? Aprenden una mirada”.