sábado, 12 de octubre de 2013

Nembrini: "Cuanto más alta es la propuesta ideal, más son capaces de entusiasmo y de grandes sacrificios"

Franco NEMBRINI es el profesor de los sueños, aquel a quien todos los padres querrían confiar sus propios hijo. Con los ojos cerrados. Entonces sí que podrían dejar de preocuparse por las notas y por el éxito: sabrían que existe uno que sabe mostrar la belleza de la vida como aventura y del saber como interés que sirve para este viaje. No por casualidad es uno que llena los salones de jóvenes hablándoles de Dante, al igual que Dan Brown. Nosotros en Credere le habíamos elegido, enseñante de historia e italiano, rector del centro escolar " La Traccia" de Bérgamo, para ayudarnos a vivir también el inicio del año escolar con la mirada puesta en la dirección justa.

Profesor Nembrini, hay una imagen que gira por la red con el pie de foto “primer día de escuela”: cuatro chavales enfurruñados, y una madre que salta de alegría. Finalmente libre, por algunas horas durante el día. Yo no sé si soy un caso preocupante - prohibido pedir parecer a mis hijos al respecto - pero para mí es exactamente lo contrario. En verano estoy contentísima de gozar de mis hijos, y estar exenta de la tortura cotidiana, la lucha por las tareas: querría que siempre fuesen más, y estuviesen mejor hechas. Mi marido dice que no me debería ocupar. ¿Tiene razón él, como de costumbre?

Sí, al menos en parte, tiene razón él. Estoy convencido que uno de los problemas más graves de los chavales de hoy es que no tienen espacios para probarse, para arriesgar, para equivocarse. Me parece que nuestras actitudes hacia ellos están dominadas por dos sentimientos, el miedo y la desconfianza: tenemos miedo que les pueda pasar quién sabe qué, y les tenemos siempre bajo control (piensa hasta dónde han llegado los teléfonos móviles...); y pensamos que no son capaces de actuar por sí mismos, y que tienen siempre necesidad de nuestra asistencia. Y así no se estiman, no se quieren bien y todo en su entorno les confirma esta falta de estima. ¡Y después nos sorprendemos de que crecen chavales cuyas actitudes ante la vida son el miedo y la desconfianza!


Cuando he ido a retirar los libros de primaria de mi primer hijo, he pensado: estupendo, estos son los libros con los juegos de preescolar, después nos dirán dónde comprar los libros de verdad. Me parece que hoy el objetivo de la escuela es sobre todo ser simpática a los niños, no ponerles delante de desafíos comprometidos, no hacerles interrogarse. ¿Qué piensas?

Pues que es verdad. Debemos tener el coraje de afirmar que no existe otro fin de la educación que esto: acompañar a nuestros hijos a estar delante de las circunstancias como la gran ocasión dada a cada uno para descubrir la propia grandeza. La grandeza del destino bueno al que hemos sido llamados. Pero justamente lo que se ve en todos, jóvenes y adultos, es una fragilidad desconcertante. Estamos perennemente huyendo de las circunstancias, de la fatiga, del dolor, de la herida que la vida nos produce. Hasta pensar que nuestra tarea de educadores sea la de evitar a nuestros hijos estas heridas.
Así les impedimos crecer y hacerse grandes.

En 2º de la ESO a mi hijo le han dado una lección sobre el preservativo, lección que ha sido aprobada por todos los padres de la clase entre ellos nosotros: la idea es "no importa lo que hagáis, basta que no os creéis problemas, o sea enfermedades o embarazos". Y también la escuela es vista un poco así: las notas altas en la escuela son para los padres el certificado de que pueden estar tranquilos. Si existe un buen boletín de notas, todo el resto no cuenta. Pero la escuela , ¿nos dice la verdad sobre el chico?

No. Más aún, es necesario también aquí clarificar y tener el coraje de decir que la escuela (y por tanto los buenos resultados escolares) no es la meta de la vida, sino simplemente el camino. 

El ideal de la vida, tanto para nosotros como para nuestros hijos, es el de ser feliz, el de conocer la verdad, o sea, el sentido de las cosas, poderse amar de verdad a uno mismo y a los otros, sentir la utilidad del propio tiempo y la propia fatiga. Como ha recordado magníficamente el Papa Francisco a los jóvenes en Piacenza. Y esto se realiza en condiciones muy diversas, según caminos jamás iguales para todos, valorando los talentos, las pasiones, las capacidades propias de cada uno de nuestros chavales.

Tu entras en contacto con muchos padres. Desde tu punto de vista, ¿te parece que existe el riesgo de que los padres atribuyan a los resultados escolares un valor diferente del que tiene? Quizá una confirmación del propio valor como padres, una póliza de seguro sobre el éxito del hijo, un cordón de seguridad contra las dificultades de la vida?

Me parece que puede ser una terrible tentación de nosotros educadores confundir el camino con la meta, y pensar que el éxito en la escuela coincide con el cumplimiento del deseo. Pero no es así, y nuestros hijos lo saben. Tanto es verdad esto que nos acusan, quizá inconscientemente, de proponerles demasiado poco. Este me parece que sea el descubrimiento que he hecho en estos años viviendo con ellos: cuanto más alta es la propuesta ideal, más difícil el camino, más son capaces de entusiasmo y de grandes sacrificios. Como me ha escrito un estudiante (no brillante por cierto desde el punto de vista escolar) después de un concierto en el que ha tocado junto a sus compañeros y sus enseñantes, dice: "Desde esta tarde sé que Italia no se destruirá jamás. Esta tarde sobre el escenario era un hombre. Mucho más que en 100 noches de alcohol y de canutos. Ahora estoy seguro de poder dar mi contribución. Lo feo que me circunda morirá a mis pies. No me echaré atrás".

Entrevista a Franco NEMBRINI de Constanza Miriano

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