Estamos seguros de que entre nosotros suceden todo los días hechos
bellos, hechos que nos sorprenden como educadores (padres, maestros,
catequistas, etc.), que nos conmueven, que nos hacen acostarnos cada día
dando gracias al Señor. Hechos que demuestran que es posible educar
también ahora, en medio de la crisis, en medio de las dificultades y de
la emergencia educativa que vivimos. Os pedimos que los compartáis con
todos a través de nuestro BLOG.
Enviad vuestra experiencia a este correo y lo publicaremos en el BLOG.
También, si nos dais permiso, enviaremos a la revista Huellas aquellas
que resulten de más ayuda para todos. Igualmente, todos manejamos
recursos educativos (páginas WEB, blogs, programas, actividades
didácticas, propuestas de libros, música, artículos, dinámicas,
lecciones, etc.) y sería bueno que también compartiéramos. Muchos
tendréis vuestros blogs, vuestras WEBs, incluso pueden ser interesantes
los recursos de vuestro colegio que estén abiertos a todos. Mandadnos
los enlaces o los archivos (nosotros los colgaremos) junto con una
reseña de los mismos. Indicadnos el área o materia a que pertenecen.
También podéis señalar vuestro correo de contacto por si hay compañeros
que quieren contactar con vosotros. Nos encargaremos de publicarlos en
nuestro BLOG.
¡Ah! ¡No olvidéis agregar nuestro BLOG a vuestros favoritos!
miércoles, 14 de marzo de 2012
Nuevas secciones de experiencias y recursos
viernes, 3 de febrero de 2012
Profesor, gracias
Un homenaje a todos los maestros y maestras, profesores y profesoras, educadores y educadoras que han conformado nuestra vida escolar y que gracias a su labor, hoy somos quien somos. Un vídeo creado por Take part y aportado al mundo hispanohablante por Baalya | Difundiendo infancia. www.baalya.es
sábado, 10 de diciembre de 2011
Próxima asamblea ARCYP
Para seguir acompañándonos en la problemática de la enseñanza estatal, ARCYP invita a profesores, padres y todo el que esté interesado a una nueva asamblea en la que contar qué ha sucedido en los centros escolares y cómo lo estamos viviendo. Podéis invitar a aquellos compañeros interesados por esta cuestión. Os lanzamos las siguientes preguntas para la asamblea:
¿Qué novedades has observado en el desarrollo del conflicto? ¿Qué estás aprendiendo en el modo de vivir este conflicto?
Fecha: sábado 17 de diciembre a las 11.00 h.
Lugar: Sede de Comunión y Liberación (C/ Luís de Salazar 9, Local 4, Madrid)
CONSTRUIR EN TIEMPOS DE CRISIS
«Una comunidad cristiana auténtica vive en constante relación con el resto de los hombres, con los que comparte totalmente sus necesidades y afronta sus problemas. Por la profunda
experiencia fraternal que en ella se desarrolla, la comunidad cristiana no puede dejar de tener una idea y un método propios para afrontar los problemas comunes, tanto prácticos como teóricos, y ofrecerlos como colaboración específica al resto de la sociedad en la que se halla» (Luigi Giussani, fundador de Comunión y Liberación). En la perspectiva señalada por Giussani se sitúa esta contribución de Comunión y Liberación que ofrecemos a todos, en este tiempo de crisis, para promover un diálogo que favorezca la recuperación de nuestro país.
La crisis es un hecho
La crisis está cambiando las condiciones de vida de millones de personas: aumenta el paro, aumentan los pobres, cada vez cierran más empresas, se cuestiona el estado del bienestar y corremos el riesgo de quedarnos al margen del desarrollo mundial, rebajados a país de segunda división. La crisis está provocando diferentes reacciones, que se pueden resumir en dos:
• defenderse de la crisis echando la culpa a alguien, que seguramente existe y tiene más responsabilidad que los demás. Pero así no se produce ningún cambio, simplemente aumenta la queja y se acaba en la desesperación.
• comportarse como si no pasara nada, pretendiendo hacer borrón y cuenta nueva, sin ningún
tipo de autocrítica, sin medirse con la realidad.
La realidad es positiva porque pone en marcha a la persona
Pensar que basta con ir contra alguien para vencer la crisis no es racional. Todavía peor es cerrar los ojos ante la realidad. Es lo contrario de la tradición judeocristiana, que reconoce la realidad como algo en última instancia positivo, incluso cuando ésta muestra un rostro negativo y contradictorio. La realidad es positiva porque nos pone continuamente en marcha, suscita interrogantes y nos provoca a tomar postura ante lo que sucede. Esta conciencia ha forjado la historia milenaria de Occidente. El juicio que la tradición judeocristiana ha lanzado sobre la realidad, “Y vio Dios que todo era bueno” (Génesis 1,31), ha permitido que Occidente se desarrollara afrontando todas las circunstancias, favorables y desfavorables, a partir de la certeza de que el Misterio bueno había salido a su encuentro en la historia.
A diferencia del dualismo o el maniqueísmo –para los que el mal está siempre en un lado y el bien en el otro–, ha permitido que afrontara el futuro precisamente a partir de los retos que plantea la realidad, respondiendo a ellos con inteligencia, creatividad, gratuidad y capacidad de sacrificio. Ahora bien, cada generación tiene que tomar su iniciativa, tal y como nos lo recuerda Benedicto XVI: «un progreso acumulativo sólo es posible en lo material. En cambio, en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral no existe una posibilidad similar de incremento por el simple hecho de que la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones. Nunca están tomadas de antemano por otros en lugar nuestro. En ese caso, efectivamente, ya no seríamos libres. La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre, cada generación, tenga un nuevo inicio» (Spe salvi, 24). Es una invitación a afrontar personalmente la crisis como una oportunidad, por paradójico que resulte. La crisis, en efecto, nos obliga a caer en la cuenta del valor de ciertas cosas, en las que no reparamos hasta que nos faltan, como la familia, la educación o el trabajo. En la Transición española tenemos el ejemplo de un período difícil que se supo afrontar con una gran tensión ideal y sin la dialéctica exasperante que predomina actualmente. Nos muestra que no estamos abocados a la desesperación o al enfrentamiento ideológico.
Entonces, ¿cómo poner de nuevo en juego nuestra libertad? ¿Por dónde empezar?
En primer lugar, tenemos que ser leales y admitir que ya no nos sirven las ideologías; que el
estatalismo nos hunde en las deudas; que el sistema financiero no es lo que salva al hombre. Todas estas cosas hacen crecer el número de indignados, manifestación de una exigencia buena (que los deseos y las necesidades concretas de las personas no queden siempre al margen del debate público) y a la vez desordenada, que fácilmente termina en violencia.
En segundo lugar, necesitamos identificar, en la situación actual, personas que afrontan la crisis como una oportunidad, generando esperanza.
Algunos ejemplos
En medio de una de las crisis más graves de nuestra historia, existen personas que se han puesto en marcha sin esperar a que otros –siempre otros– resuelvan los problemas. Ya que no se puede cambiar todo de un plumazo, han empezado a cambiar ellos.
• En esta época de penuria hay gente que recoge alimentos para entregarlos a familias que ya no llegan a final de mes. O crea espacios para acoger a inmigrantes. Y se convierte así en factor de cohesión en nuestros pueblos y ciudades, con un “calor humano” que devuelve la esperanza a los más necesitados.
•Muchas familias, ante las dificultades económicas, descubren el valor de hacer sacrificios –tal vez para garantizar a toda costa la educación de sus hijos– y asumen un régimen de vida más sobrio. Incluso en un tiempo en el que se defiende a ultranza el propio bienestar, hay familias que adoptan a niños con graves deficiencias. O acogen a jóvenes problemáticos que nadie quiere, generando el milagro impensable de un afecto a la vida que hace menos violenta nuestra sociedad.
• En este momento en el que se destruye empleo, hay trabajadores que se sienten protagonistas de su trabajo y deciden bajarse el sueldo para que su empresa siga adelante y nadie quede fuera. O empresarios que asumen nuevos riesgos a favor de sus trabajadores y de nuevos empleos. Y cuando muchas familias se desesperan por la educación de sus hijos, hay padres que arriesgan tiempo y dinero para empezar la aventura de crear un colegio, abriendo un espacio “amable” dentro del barrio.
• En un panorama juvenil a menudo desolador, hay muchos jóvenes que no se contentan con un futuro mediocre que les aboca al paro: muchos estudiantes se entregan con seriedad al estudio y no se contentan con tener un título al final de su carrera, sino que aprenden idiomas y están dispuestos a irse a estudiar o a hacer prácticas al extranjero; y así encuentran buenos puestos en empresas o universidades extranjeras.
• Ante la violencia y el terrorismo presente en nuestra sociedad, hay personas que desde el
principio han sabido distinguir entre el bien y el mal y han apostado por la reconciliación y el
perdón dentro del respeto a la ley y a la justicia.
Los factores de un cambio posible
¿Qué es lo que une a todas estas iniciativas? El convencimiento de que la realidad, incluso cuando aparece negativa y difícil –como vemos hoy–, provoca de nuevo el deseo de conocer, construir y comprometerse, aunque éste haya quedado adormecido y mortificado durante años, a causa de la homologación que establece el poder, con la que a menudo somos conniventes. El camino para no soportar resignadamente la crisis, sino para afrontarla eficazmente, pasa por vivir la realidad como una provocación que despierta nuestro deseo y nuestra capacidad de dejarnos interrogar por todo. Empezando por el problema de la falta de trabajo de tantas personas y siguiendo por la desesperación en la que caen muchas familias ante un futuro incierto. Los ejemplos citados indican la respuesta a una pregunta insoslayable: ¿De dónde nace la reactivación del crecimiento? Nace de ese instante imprevisible en el que un hombre genera algo nuevo –productos, servicios, valor añadido, belleza para sí mismo y para los demás– en su familia, en su comunidad, en su empresa, en su pueblo o ciudad. Una aportación de bien y de riqueza que ningún antecedente histórico, social y político puede explicar del todo. Todos reconocemos con facilidad esos momentos en los que la creatividad de un hombre arrastra a los demás y da lugar a algo nuevo. O cuando las circunstancias han agudizado nuestro ingenio y hemos dado un paso nuevo en nuestro trabajo. No es lo mismo cumplir bien con nuestro trabajo que afrontar bien la realidad. Muchos negocios han fracasado por no adaptarse a la nueva situación. Las circunstancias cambian y exigen de
nosotros una creatividad que sólo se desarrolla si aceptamos el reto de una realidad que sabemos positiva. ¿Dónde aprender una posición como ésta ante la realidad?
La esperanza renace formando parte de un pueblo
Las iniciativas y el deseo de construir sólo se pueden sostener si la persona no queda aislada, si forma parte de un pueblo. Una realidad de pueblo se da sólo cuando la gente se junta por algo sustancial, en lugar de por un beneficio provisional. No en contra de un enemigo, sino por un bien deseado y perseguido, que hace descubrir que el trabajo de cada uno es un bien para todos. En 1905 el poeta Joan Maragall, amigo personal de Gaudí, se lamentaba de que las obras del templo de la Sagrada Familia, obra ideal para toda una sociedad, se tuvieran que interrumpir por falta de fondos. Decía entonces: “un pueblo en sangrienta anarquía, un pueblo en la miseria es todavía un pueblo y tiene derecho a toda esperanza; pero un pueblo sin idealidad no es nada ni tiene derecho a nada”.
Por tanto, la destrucción de un pueblo –con toda su riqueza expresiva y asociativa– y de su ideal es la antesala de la supresión del deseo de algo grande: de hecho si los jóvenes no encuentran una experiencia humana diferente, un ideal por el que dar la vida, ¿cómo pueden percibir que el mundo puede cambiar? ¿Cómo pueden sustraerse al escepticismo?
La tarea de la política
Ante el parlamento alemán, Benedicto XVI ha señalado lo que es importante para un político: “un corazón dócil”, que sepa “hacer justicia al pueblo” y “distinguir el bien del mal”. De este modo muestra el camino para que políticos de diferentes ideologías colaboren por el bien común en momentos tan difíciles como los actuales. Desgraciadamente, en nuestro país nos hemos acostumbrado a asociar política con dialéctica y enfrentamiento. De hecho, en los últimos años hemos asistido a una erosión de la convivencia que ha generado más violencia. El espíritu de la Transición puede y debe volver a presidir nuestra política. Y esto incluye a todos los sujetos sociales. No es admisible que, en tiempos de crisis, cada cual defienda a ultranza su parcela sin mirar al bien común, que exige sacrificios por parte de todos. Precisamente por ello, no podemos exigir que el gobierno o los políticos nos saquen de la crisis, mientras nosotros nos cruzamos de brazos. La sociedad civil debe recuperar el protagonismo para responder con obras a las necesidades que tiene delante. Por eso, la subsidiariedad real –lo que pueda hacer la sociedad no debe hacerlo la Administración– es un factor decisivo para favorecer la recuperación económica y una gestión más razonable de los recursos. La confianza que un país ofrece al exterior no sólo viene dada por “cumplir los deberes”, sino por la confianza que deposita en su sociedad.
Una sociedad con casi cinco millones de parados no se podría sostener sin la familia, que sigue siendo la institución más valorada por los españoles. La legislación debe, por tanto, apoyarla como fuente de cohesión social. Es el momento, además, de favorecer una libertad real de educar como instrumento decisivo para salir de una crisis que es “de significado y de valores antes que económica y social”, como ha dicho recientemente Benedicto XVI. Por ello, hay que alentar las propuestas educativas que generan un sujeto humano capaz de estar delante de la realidad sin censurar ningún factor, incluyendo la pregunta sobre su significado, tan ausente en nuestro país.
Y, por supuesto, una buena política debe alimentar la libre iniciativa creadora de empleo, así
como la solidaridad entre las distintas comunidades autónomas. La libertad religiosa, con su esencial dimensión pública y su capacidad de educar y generar obras, debe ser siempre defendida como fundamento de una sociedad democrática. La labor de la Iglesia es decisiva y más aún en este tiempo de crisis. Y no sólo por su capacidad de salir al encuentro de los que no tienen recursos. Su presencia continua y paciente, a través de obras y personas, es motivo de esperanza, pues afirma el valor infinito de cada hombre. Sólo la auténtica religiosidad –no conformarse con nada que no responda al deseo infinito del corazón– hace a la persona libre del poder en todas sus expresiones y le devuelve el protagonismo para construir junto a otros. Ésta es la contribución de los católicos a la vida social y política de nuestro país. Este tiempo de crisis se presenta como una oportunidad para volver a construir juntos la ciudad común.
DICIEMBRE DE 2011 COMUNIÓN Y LIBERACIÓN
martes, 29 de noviembre de 2011
¿Otra vez hay huelga esta semana?
Carmen Carrón
La crisis es un hecho y como toda realidad que se mira con lealtad se convierte en una ocasión para desenmascarar toda la parte ideológica que vivimos y que se nos adhiere como la ganga a la mena de lo que vale en la vida. Ahora vemos con más claridad las cosas que son un bien para nosotros por el simple hecho de que existen. Como frente a una situación personal crítica queda en evidencia quienes son amigos de verdad, frente a esta situación de crisis estamos impelidos a ver lo que responde en la experiencia y lo que no.
Esto tiene una validez igual o mayor en la escuela, donde la crisis que está sufriendo la enseñanza estatal está haciendo emerger que lo que verdaderamente está en juego es la educación, es decir, la relación profesor-alumno y no los medios.
Esta semana volvemos a tener movilizaciones sólo en la Comunidad de Madrid, aunque al principio se dijo que se respetaría el tiempo de la campaña electoral para que no se confundieran las reclamaciones estrictamente educativas derivadas de las instrucciones de principio de curso, con un asunto político.
La verdad es que al principio se dijeron muchas cosas y poco a poco la faz del problema ha cambiado: primero era la falta de recursos que hacía perder una parte importante de la oferta educativa de los centros; ahora se reduce a un problema horario (dos horas más y las guardias mal compensadas). Y, sin embargo, se están poniendo de manifiesto una serie de secuelas que todos vivimos: una tristeza grande, dificultades en las relaciones personales entre compañeros, deterioro de las condiciones de trabajo (gente que colaboraba el año pasado y que ahora no puede trabajar junta), debilitamiento de los equipos directivos que han perdido capacidad de liderazgo o se han amoldado a las propuestas de los que más gritan, etc. Además de la cantidad de horas de clases que están perdiendo los chicos. La falta de libertad es directamente proporcional a la crispación. Y a esto lo llamamos defender la "escuela pública". ¿No será que la crisis en el fondo es de otro tipo?
Lo ejemplificaba de forma sorprendente el periódico El País. En la contraportada publicaba la preciosa experiencia de un profesor de Cantabria.
Publica este artículo porque ha sido requerido por "numerosos lectores a que refleje el trabajo de los docentes que se dejan la vida sin contar las horas que dedican, con sus alumnos". Lo cual manifiesta que necesitamos ver delante de nosotros que cualquier realidad, también la educación tal y como está, contiene una positividad, ya que consigue hacer entender mejor de qué se trata y nos mueve a responder con lo que tenemos, lo más auténtico, lo más humano. Como le sucede al profesor protagonista de la contraportada de El País.
Para Manuel de la Fuente, los chicos conflictivos son una ocasión y no una objeción. Un ejemplo de cómo afrontar una situación que para muchos es cuestión de medios. Él, en cambio, juzga la realidad desde donde comienza todo cambio posible, la persona de los chicos: "Si encuentras algo que realmente le interese al alumno ya te lo has ganado, ya no le importa las horas que tenga que hacer".
Esta creatividad nueva evidencia una mirada distinta a la persona. Conoce perfectamente el límite de los chicos pero no le frena como a tantos otros, porque el primer reconocimiento es que son un bien, que están bien hechos. Y confiando en ellos provoca su curiosidad, su exigencia de aprender; porque los chicos están hechos para que la realidad les atraiga y él les pone delante una belleza que les atrae. Y esto es lo más sorprendente: en educación todo depende de este instante de gracia donde el chico desmotivado, al que nos referimos, encuentra algo que es para él. Que le atrae, le mueve, le cambia.
Reducir este momento espectacular a una cuestión de medios, como hace de rondón el periodista -aunque Manuel nunca lo diga- es no entender de qué se trata, cuál es la vocación de la que habla después.
De hecho, él afirma que los buenos docentes que lo son por vocación, "son unos supervivientes". Y es cierto; porque uno no sobrevive solo. Es impresionante la dedicación de nuestro amigo de Cantabria pero, dado que la vocación no se sostiene automáticamente, para no sucumbir a la cultura dominante, al desánimo, es necesario sostenerse a través de una realidad asociativa.
Esta red asociativa genera un pueblo que no depende de los políticos para educar y educarse. En nuestro caso esta asociación se llama ARCYP (Asociación para la Renovación Cultural y Pedagógica)
Por eso nosotros, un grupo de amigos profesores, educadores y padres, nos reunimos para sostenernos en la posición educativa que nos parece más humana y juzgar juntos lo que ocurre en la escuela estatal. Porque nos interesa todo lo que tenga que ver con la educación.
Y nos interesa entrar los lunes como Manuel: "Pero el caso es que cada lunes vuelve a haber clase y chavales a los que educar, para los que encontrar ese clic que les despierte...".
Y nos interesa de cara a las próximas elecciones preguntarnos quién apoya experiencias e iniciativas nacidas de la creatividad del asociarse de un pueblo. A este nos interesará votarle.
"Los profesores por vocación son unos supervivientes"
ENTREVISTA: LOS QUE NO SE RINDEN... MANUEL DE LA FUENTE Docente (entrevista en El País)
El año pasado, en un pequeño instituto de una pequeña localidad cántabra, había un chaval repetidor al que siempre estaban echando de clase por incordiar. En una de esas, un profesor le vio por el pasillo y le invitó a entrar en su aula, donde estaba enseñando investigación en ciencias sociales. Esto ocurrió más veces y, poco a poco, el chaval se fue animando; cada vez que le echaban de cualquier clase, se metía en la de investigación. Al final de curso, su trabajo sobre embriología (replicó, paso a paso, un estudio de Aristóteles sobre el desarrollo de los polluelos) acabó ganando el tercer premio en un certamen nacional. Medio centenar de alumnos han ganado con él premios de investigación "Si encuentras algo que realmente le interese al alumno, ya te lo has ganado, ya no le importa las horas que tenga que echar, el trabajo que tenga que hacer", cuenta Manuel de la Fuente Merás, profesor del instituto público Estelas de Cantabria, en Los Corrales de Buelna, una ciudad de 10.000 habitantes muy cercana a Torrelavega. Un entorno "más obrero que agrícola" de clases medias y medias bajas donde muchos chavales han estado durante años saltando del instituto a la obra apenas cumplían los 16. "Hay profesores que no entienden que un alumno puede ser intelectualmente muy bueno, pero académicamente muy malo, y no pasa nada", dice este docente de Filosofía desde hace 14 años y que hace seis bajó el ritmo porque le dio un ictus en mitad de una clase.
Pero siguió con su tarea y sus alumnos siguieron ganando premios: en torno a medio centenar han obtenido galardones, autonómicos y nacionales, por las investigaciones que han hecho con él. Entre recortes presupuestarios y protestas (en Cantabria, los primeros son incipientes y las segundas, tímidas, aunque el temor es que ambos vayan a más después de las elecciones), han llegado en los últimos meses a EL PAÍS numerosos correos pidiendo que se reflejara el trabajo de todos esos docentes que se dejan la vida, sin contar las horas que dedican, con sus alumnos. Uno de ellos era de un periodista cántabro que hablaba de Manuel de la Fuente y de todos sus premios. El profesor cuenta que las declaraciones de Esperanza Aguirre (por las que luego pidió disculpas), insinuando que los docentes son un poco vagos, hirieron profundamente las aulas de toda España; también las cántabras. "Solo tendrían que pasar un día en un instituto para darse cuenta... La gente no se cree que puedas salir sudando de una clase de 45 minutos". La sociedad es complicada y los institutos públicos necesitan recursos, pues los profesores van a trabajar igual, pero el resultado será mejor o peor para toda la sociedad si lo hacen en unas condiciones u otras. Eso será así aunque los buenos docentes, los que lo son por vocación, siempre estarán ahí: "Son auténticos supervivientes", aunque, dice con tristeza, cada vez son menos. Además, añade que hay mucho desánimo instalado en las escuelas. Pero el caso es que cada lunes vuelve a haber clase y chavales a los que educar, para los que encontrar ese clic que les despierte. Este año, un alumno al que le gusta mucho el fútbol está preparando un trabajo sobre este deporte y las matemáticas, y los programas informáticos que se están aplicando a los entrenamientos. Se quiere centrar en dos porteros: Casillas y Valdés. "A ver si sale", dice con tranquilidad. De la Fuente está orgulloso de todos sus estudiantes, cuenta, pero de los que más se acuerda es de los que no ganaron.
El año pasado, en un pequeño instituto de una pequeña localidad cántabra, había un chaval repetidor al que siempre estaban echando de clase por incordiar. En una de esas, un profesor le vio por el pasillo y le invitó a entrar en su aula, donde estaba enseñando investigación en ciencias sociales. Esto ocurrió más veces y, poco a poco, el chaval se fue animando; cada vez que le echaban de cualquier clase, se metía en la de investigación. Al final de curso, su trabajo sobre embriología (replicó, paso a paso, un estudio de Aristóteles sobre el desarrollo de los polluelos) acabó ganando el tercer premio en un certamen nacional. Medio centenar de alumnos han ganado con él premios de investigación "Si encuentras algo que realmente le interese al alumno, ya te lo has ganado, ya no le importa las horas que tenga que echar, el trabajo que tenga que hacer", cuenta Manuel de la Fuente Merás, profesor del instituto público Estelas de Cantabria, en Los Corrales de Buelna, una ciudad de 10.000 habitantes muy cercana a Torrelavega. Un entorno "más obrero que agrícola" de clases medias y medias bajas donde muchos chavales han estado durante años saltando del instituto a la obra apenas cumplían los 16. "Hay profesores que no entienden que un alumno puede ser intelectualmente muy bueno, pero académicamente muy malo, y no pasa nada", dice este docente de Filosofía desde hace 14 años y que hace seis bajó el ritmo porque le dio un ictus en mitad de una clase.
Pero siguió con su tarea y sus alumnos siguieron ganando premios: en torno a medio centenar han obtenido galardones, autonómicos y nacionales, por las investigaciones que han hecho con él. Entre recortes presupuestarios y protestas (en Cantabria, los primeros son incipientes y las segundas, tímidas, aunque el temor es que ambos vayan a más después de las elecciones), han llegado en los últimos meses a EL PAÍS numerosos correos pidiendo que se reflejara el trabajo de todos esos docentes que se dejan la vida, sin contar las horas que dedican, con sus alumnos. Uno de ellos era de un periodista cántabro que hablaba de Manuel de la Fuente y de todos sus premios. El profesor cuenta que las declaraciones de Esperanza Aguirre (por las que luego pidió disculpas), insinuando que los docentes son un poco vagos, hirieron profundamente las aulas de toda España; también las cántabras. "Solo tendrían que pasar un día en un instituto para darse cuenta... La gente no se cree que puedas salir sudando de una clase de 45 minutos". La sociedad es complicada y los institutos públicos necesitan recursos, pues los profesores van a trabajar igual, pero el resultado será mejor o peor para toda la sociedad si lo hacen en unas condiciones u otras. Eso será así aunque los buenos docentes, los que lo son por vocación, siempre estarán ahí: "Son auténticos supervivientes", aunque, dice con tristeza, cada vez son menos. Además, añade que hay mucho desánimo instalado en las escuelas. Pero el caso es que cada lunes vuelve a haber clase y chavales a los que educar, para los que encontrar ese clic que les despierte. Este año, un alumno al que le gusta mucho el fútbol está preparando un trabajo sobre este deporte y las matemáticas, y los programas informáticos que se están aplicando a los entrenamientos. Se quiere centrar en dos porteros: Casillas y Valdés. "A ver si sale", dice con tranquilidad. De la Fuente está orgulloso de todos sus estudiantes, cuenta, pero de los que más se acuerda es de los que no ganaron.
Su nueva novela, la escuela, la literatura y el cine
ENTREVISTA A ALESSANDRO D’AVENIA

www.wuz.it / Sandra Bardotti, 8 de noviembre de 2011
Cosas que nadie sabe es la segunda novela de Alessandro D’Avenia, quinta de 1977, “escritor y profesor perdidamente enamorado de la realidad”, como él mismo ama definirse. Con esta nueva historia D’Avenia profundiza en un diálogo, empezado ya con Blanca como la leche, roja como la sangre, sobre la adolescencia, la escuela, la literatura, el amor, el sentido de la vida. Le hemos preguntado qué piensa del sistema educativo actual [italiano, ndt], qué aprende de los jóvenes con los cuales está en contacto cotidianamente, qué representa la literatura en la vida de un hombre.
Cosas que nadie sabe pone la adolescencia en primer plano como en tu primera novela. Se trata de un período de la vida muy complejo, durante el cual se entra poco a poco en la vida adulta. Se habla mucho de adolescencia pero, con frecuencia, se hace superficialmente, garantizando lugares comunes que solo en pequeña medida se corresponden con la realidad. El éxito de tus dos novelas demuestra que la vía que has elegido para describir esta fase de la vida y la seriedad con la que la estás recorriendo es la justa: contar la experiencia de los jóvenes penetrando en su universo. ¿Por qué has elegido hablar de la adolescencia? ¿Qué das y qué recibes de ellos diariamente a través de tu trabajo? ¿Qué funciona y qué no en la escuela de hoy?
Cosas que nadie sabe es la segunda novela de Alessandro D’Avenia, quinta de 1977, “escritor y profesor perdidamente enamorado de la realidad”, como él mismo ama definirse. Con esta nueva historia D’Avenia profundiza en un diálogo, empezado ya con Blanca como la leche, roja como la sangre, sobre la adolescencia, la escuela, la literatura, el amor, el sentido de la vida. Le hemos preguntado qué piensa del sistema educativo actual [italiano, ndt], qué aprende de los jóvenes con los cuales está en contacto cotidianamente, qué representa la literatura en la vida de un hombre.
Cosas que nadie sabe pone la adolescencia en primer plano como en tu primera novela. Se trata de un período de la vida muy complejo, durante el cual se entra poco a poco en la vida adulta. Se habla mucho de adolescencia pero, con frecuencia, se hace superficialmente, garantizando lugares comunes que solo en pequeña medida se corresponden con la realidad. El éxito de tus dos novelas demuestra que la vía que has elegido para describir esta fase de la vida y la seriedad con la que la estás recorriendo es la justa: contar la experiencia de los jóvenes penetrando en su universo. ¿Por qué has elegido hablar de la adolescencia? ¿Qué das y qué recibes de ellos diariamente a través de tu trabajo? ¿Qué funciona y qué no en la escuela de hoy?
D’Avenia. La adolescencia es el florecer de una vocación. Es el periodo terrible y mágico en el cual descubrimos nuestros puntos fuertes y nuestros límites, vamos a la caza y captura del sentido de nuestra existencia y nos interrogamos acerca del para qué vale la pena jugarse la vida. Creo que es esto lo que buscan los jóvenes: una vida llena; y la plenitud de una vida depende de la alegría que supone realizar la novedad que somos cada uno de nosotros. Los adolescentes no son como se nos cuenta: amorales, superficiales, materialistas… Se vuelven así por la ausencia de maestros y de desafíos verdaderos. He visto cambiar a muchos y yo mismo he cambiado gracias a mis maestros. De mis chicos recibo la obligación de ser auténtico todos los días: estoy llamado a vivir aquello de lo que hablo, y ellos lo pretenden. En la escuela de hoy hay muchas cosas que no funcionan. Tengo una idea de reforma a coste cero. Primero, tener la puerta de las aulas abiertas para que todos vean lo que hace un profesor en clase. Segundo, preparar la lección (no todos se las preparan). Tercero, implicarse en primera persona en aquello que se dice: si Dante no cambia mi vida no tiene sentido enseñarlo. Cuarto, tener en cuenta el destino de cada alumno, ayudándolo a descubrir sus puntos fuertes y a convivir con sus puntos débiles. Quinto, sonreír. Sueño con una escuela que no sea un amortiguador social o una reserva de votos para los políticos, sino una fragua de vidas valientes y enamoradas de la verdad, el bien y la belleza. Sueño con una escuela en la que no se dé la misma “menestra” a todos sino que se construyan recorridos personales. Sueño con una escuela en la que padres, profesores y estudiantes colaboren realmente: es el único “triángulo amoroso” en el que, si todos se aman, son felices. Esta escuela ya existe, pero necesitamos ampliar sus confines.
¿Cuándo ha sido importante el intercambio de opiniones que aparecen en tu blog (también desde el punto de vista de la reconstrucción de la jerga adolescente)? ¿Ha inspirado mucho tus novelas?
Mi blog es un laboratorio de reflexión, de intercambio de ideas, de historias. Los chicos están dispuestos a ponerse en juego, a veces más que en clase. Tienen menos miedos puesto que están protegidos por una pantalla. Muchas de las “Cosas que nadie sabe”, mi nueva novela, esconden las preguntas imposibles de los chavales. Afortunadamente, ellos siguen teniendo el valor de plantearlas.
Una cita en un epígrafe particularmente significativo abre Cosas que nadie sabe. Son dos versos extraídos del libro XVI de la Odisea, cuando Ulises se desvela a su hijo Telémaco: “Si los mortales pudieran elegir todo por sí mismos/ elegirían el día del regreso del padre”. La referencia a la trama del libro es evidente, pero en las palabras de Telémaco hay un núcleo de sentido –presente sutilmente a lo largo de toda la novela y es un motivo muy importante– que va más allá de la búsqueda material de un padre perdido y la reconstrucción de un orden familiar: se trata de la búsqueda del Padre, de la figura simbólica que transmite la lección y entrega un testigo a los Hijos. Ya hace tiempo que vivimos en una época sin Padre. ¿Cuánto les falta esta figura a los adolescentes? ¿Qué es lo que NO enseñan hoy en día los Padres a los Hijos?
¿Es la crisis la que ha robado el futuro a los jóvenes? No. No confundamos lo exterior con lo interior. La crisis traerá más hambre, obligará a no conformarse con el bienestar para ser felices. El futuro de los jóvenes lo roban los adultos que no les miran, los adultos que ocupan puestos de poder y les da igual el bien común, los adultos que construyen un dique para impedir el acceso de los jóvenes al mundo del trabajo, los adultos que no están dispuestos a ponerse al servicio de la generación venidera pasando el testigo. Hay muchos Cronos, sentados comiéndose a sus hijos, que ellos mismos han traído al mundo. Un padre verdadero da la vida por sus hijos, no los devora, no devora su futuro. Mi vida está llena de significado gracias a los padres que he tenido: mi padre y mis maestros.
No solo los adolescentes son los protagonistas de tus novelas, aunque tus reflectores se dirigen de manera particular a ellos. Todos estamos en búsqueda de algo que nos lleve a aferrar el sentido de la vida. También los adultos. Por tanto, existen “cosas que nadie sabe”.
Se dirigen a los adolescentes porque normalmente son ellos los que despiertan a los adultos de su torpeza, aunque con gestos extremos e imprudentes. El dolor, la muerte, un amor que se rompe, un amor que empieza, el miedo, la felicidad, Dios. Prácticamente todas las cosas más importantes nadie las sabe con exactitud. Hay preguntas que mis alumnos me hacen cada día y hay preguntas que a veces los adultos olvidan o no quieren afrontar. Sin embargo, es precisamente la búsqueda de una respuesta lo que da a la vida un significado. De otra manera nos aburrimos.
Tu novela está llena de referencias literarias, antiguas y modernas, desde Homero al Apocalipsis, de Shakespeare a Hölderlin, a Salinas. En Cosas que nadie sabe, como también en Blanca como la leche, roja como la sangre, hay un personaje que es una pieza fundamental de la arquitectura narrativa: el joven profesor, que sabe captar el sentido de los libros, pero no consigue poner en orden su propia vida. ¿Por qué es importante la literatura? ¿Qué podemos aprender de la gran literatura? ¿Cuál es tu experiencia en este sentido?
La literatura nos libera de ciertos automatismos a la hora de pensar. Hace inteligente nuestro corazón. Mantiene vivas las preguntas fundamentales. Nos vuelve empáticos de cara al mundo y a los demás. Y nos hace dormir en paz... Veo a tantos jóvenes “encenderse” frente a páginas de los clásicos: su sed de sentido encuentra satisfacción y compañía. Y después, como decía Tolstoi en la carta que cito en los agradecimientos del libro, “la finalidad del arte no consiste en resolver problemas, sino en obligar a la gente a amar la vida”. Si me dijeran que puedo escribir un libro en el que puedo demostrar como verdadero mi punto de vista sobre todos los problemas sociales, no perdería una hora por una obra de ese estilo. Sin embargo, si me dijeran que lo que escribo será leído dentro de veinte años por aquellos que ahora son niños y que se reirán, llorarán y se enamorarán de la vida en mis páginas, entonces dedicaría a esta obra todas mis fuerzas”. Escribo por esto.
¿Puedes darme algún anticipo de la película que se estrenará en 2012, basada en tu primera novela Blanca como la leche, roja como la sangre? ¿Te has ocupado de la escenografía? ¿Seguirá fielmente el libro?
He seguido la redacción del guión e intentaré seguir, dentro de lo posible, el rodaje. Todavía es demasiado pronto para decir algo. Seguirá el libro, pero ser fiel a la hora de traducir un libro en una película no quiere decir hacerlo igual, sino repensarlo como si hubiera sido concebido por primera vez en ese nuevo lenguaje. Hemos trabajado así. Por tanto, no faltarán las sorpresas. Quien ha amado el libro se sentirá en casa.
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