Fabrizio Rossi
Se acabaron los tachones en rojo en el cuaderno. Se acabaron las súplicas a un compañero para que nos deje copiar. Probablemente se acabaron las pesadillas durante la noche antes del examen. Al menos, ésa es la promesa de MyMathLab, un software que desde septiembre ayudará a los estudiantes italianos a aprender matemáticas. Da la impresión de “tener al lado a un tutor personal, siempre disponible, que se dedica a conseguir el éxito del alumno”, dicen sus inventores. Como un profesor virtual, que te sigue mientras resuelves un problema y te señala inmediatamente dónde te has equivocado, te repite la fórmula correcta millones de veces si es necesario, y sin perder la paciencia. Basta con ir a internet y acceder a los ejercicios. Parece un sistema perfecto, ¿pero es suficiente para enseñar una materia? El que va mal, ¿sólo necesita memorizar las reglas y aplicarlas? “Por supuesto que no”, afirma Grazia Cotroni, profesora de matemáticas. “La cuestión es siempre tener delante a una persona de carne y hueso, con su humanidad”. Se le hace evidente cuando está en clase, donde cada día trata de explicar ecuaciones y teoremas a los alumnos del Liceo artístico. “Hace falta una persona apasionada, que haga nacer esa envidia que hace que un estudiante diga: ‘Yo quiero ser así’. De otra forma, uno podría resolver todos los problemas del software y no estar contento”. La alegría duraría sólo lo que dura el momento de éxito, como cuando ganas a la
playstation. Sin embargo, dentro de la aridez de esos números hay muchos más: “¿Qué quiere decir aprender una regla? Demostrarla, estar en relación con alguien que te sugiera el camino que debes recorrer. Que te muestre la relación que tiene esa regla con el mundo entero, por ejemplo, haciéndote ver que las parábolas tienen que ver con los faros de un coche o con una antena de satélite”.
¿Ni siquiera una asignatura más “técnica”, como las matemáticas, puede dejar en segundo plano la relación humana? “De hecho en estos casos es aún más importante”, explica Grazia. “Porque los alumnos corren el riesgo de pensar que lo que estudian no tiene nada que ver con ellos. Aprenden la regla pero no la hacen suya. Sin embargo, dentro de una relación nada queda fuera. Ni siquiera los errores, “como me pasó ayer. Delante de la fracción 420/120, una chica simplificó el veinte con el veinte. Error. Había deducido una regla: ‘puesto que se pueden eliminar los ceros, he pensado que también podría eliminar los doses’. Le dije: ‘Bien, veamos si funciona’. Después de aquel ejemplo entendió que la regla no valía, pero lo verificó ella misma”. Un software habría detectado el error, pero nada más, no habría construido nada a partir de ahí. “Sin embargo, así uno no olvida nunca lo que aprende. Y sobre todo aprende a razonar”.
No se trata de demonizar la tecnología. “Hay que usarla, es una ayuda”. De hecho, la profesora Cotroni ha creado un sitio web con video-lecciones (www.viamathea.it). “Es muy diferente mirar a uno que tiene pasión por la realidad y te lanza, te provoca a indagar sobre la razón de todo”. Sólo así sucede algo que va más allá de una clase de fracciones. “Los chicos empiezan a preguntarse el porqué de todo lo que hacen. Se preguntan: ¿por qué es así?, ¿será siempre así? Aprenden una mirada”.