martes, 31 de mayo de 2011

EDUCA QUIEN DESPIERTA EL YO


La Asociación ARCYP organiza un encuentro en el marco de su Asamblea general anual, titulado “Educa quien despierta el yo”. La emergencia educativa está cada vez más presente en nuestra sociedad expresada en una ausencia de deseo. ¿De dónde partir al educar? Queremos responder a este reto desde la experiencia de una escuela, de un profesor universitario y de un político:

Antonella di Giordi (Subdirectora de la escuela Oliver Twist – Fundación Cometa)
David Reyero (Profesor de pedagogía – Universidad Complutense)
Javier Restán (Director general de becas y ayudas a la educación de la CAM)
Fecha: Sábado 11 de junio
Lugar: C/ Tutor 35, Madrid. (Centro de Enseñanza Superior Luis Vives)
Destinatarios: Padres y profesores
Programa:
10:30h: Comienzo de la Asamblea
11:00h -13:30h: Encuentro titulado “Educa quien despierta el yo”

domingo, 29 de mayo de 2011

Una forma revolucionaria de educar

Paolo Perego


Presentación del informe de la Fundación para la Subsidiariedad sobre “Educación y formación profesional”. Entre las empresas educativas analizadas, la Plaza dei Mestieri de Turín, un lugar donde, entre las clases y el trabajo «ves cómo a los chicos les cambia la cara»

Es el último de los encuentros del ciclo dedicado a los 150 años de la unidad de Italia titulado «Un cruce de caminos diferentes». El Centro Cultural de Milán decide abordar un tema distinto, nuevo respecto a todas las demás cuestiones relacionadas con las celebraciones de este aniversario, y opta por la subsidiariedad, «una forma revolucionaria de crecer». El protagonista será el Informe 2010 recién publicado por la Fundación para la Subsidiariedad sobre Educación y formación profesional.
Frente a la emergencia educativa cada vez más extendida, la Fundación para la Subsidiariedad ha puesto en marcha una investigación en el ámbito de la educación y de la formación, poniendo en evidencia cómo hoy, «nos toca afrontar en primera línea el fenómeno del malestar juvenil» y el consecuente fracaso escolar. «Ante una urgencia así, en los últimos tiempos han nacido de forma subsidiaria experiencias de educación innovadoras que ponen la educación de la humanidad en el centro de su propuesta a los estudiantes», afirma el informe. Los autores analizan el impacto de las obras educativas que han nacido en este contexto y señalan cómo «la adopción de una iniciativa subsidiaria en la formación profesional influye en el resultado académico, en la inserción laboral y en la inclusión social de los jóvenes diplomados y cualificados». 



Entre las “empresas educativas” estudiadas, figura la Plaza dei Mestieri, en Turín. Una obra nacida en la capital piamontesa en el año 2003, con la intención de preparar a los jóvenes para el mundo del trabajo. «Setenta mil metros cuadrados para 550 alumnos entre 14 y 20 años, de los cuales el 70%, este año, procede de familias con rentas situadas por debajo del umbral de la pobreza, once mil euros anuales». Su presidente, Dario Odifreddi, afirma: «de dónde nace algo así es de un punto común con otras muchas realidades, que luego, por el contexto y por las circunstancias, actúan de manera diferente. Pero el corazón de todos es el mismo: nos damos cuenta de una necesidad y empezamos, como podemos, a responder».

Muchos de los chicos proceden de situaciones difíciles. «Muchos son “fracasados” escolarmente hablando. Aquí descubren el valor de aprender a través del trabajo. Por ejemplo, empiezan a estudiar idiomas porque los clientes del restaurante, si trabajan como camareros, son extranjeros. Así aprenden mejor, porque lo que estudian tiene un sentido». Estudio y aprendizaje, en definitiva. «No sólo. También trabajo. Hemos unido a la actividad educativa la productiva. Nuestros chicos salían muy preparados, pero después, por un motivo u otro, no conseguían encontrar trabajo. Así que abrimos una pastelería, un restaurante... Producimos, y los productos se venden como productos de excelencia. Los chicos son contratados y resulta incluso más educativo que el trabajo “académico”, pues están obligados a ser precisos, puntuales... profesionales». Después, la entrada en el mundo del trabajo se hace más sencilla, gracias también a una red de relaciones con empresas, grandes y pequeñas, que apoyan la iniciativa de esta escuela. 


¿Pero cuál es la diferencia de una propuesta educativa como ésta? ¿Qué propone realmente a sus alumnos? «Yo diría dos cosas: la belleza y el redescubrimiento del valor de uno mismo, que bien mirado van unidas. La propuesta no se limita a enseñar a hacer un trabajo, sino a que el alumno descubra que “todo es para él”. Por eso nacen iniciativas culturales, artísticas, conciertos, concursos de poesía... Hasta setenta en el programa de este año. Estar delante de la belleza, desearla, les hace darse cuenta del valor que tienen. Cuando llegan, lo ves: a veces llega un grupo de “matones”, que en el fondo piensan que su vida no tiene valor ni futuro. Les han dicho que su futuro será precario, que los deseos que tienen no se realizarán, que hay ciertas cosas que no son para ellos... Y luego ves cómo les cambia la cara, porque se dan cuenta de que hay alguien que, al educarles así, les quiere, como un padre con sus hijos». 


Además, aprenden un trabajo manual. «Cuando tienen las manos en la masa, literalmente cuando amasan pan, quieren que lo que hacen sea lo mejor del mundo. Y eso sólo sucede porque aprenden una pasión por lo que hacen». Aprenden por tanto a apasionarse por la realidad. «Sí, y eso no se aprende en el pupitre, no es algo que decidas aprender. El que enseña debe ser así, apasionado, tener esta mirada sobre las cosas. Por eso es difícil que existan realidades análogas que no nazcan “desde abajo”, que no sean subsidiarias». En este punto, el papel de las instituciones es fundamental. «Pero no sólo de las instituciones, que deben mirar como ejemplos positivos a estas realidades y darles todo su apoyo. También el tejido social en el que nacen. Para nosotros son las empresas, el ayuntamiento, la gente que participa en las actividades culturales que hacemos». 


Es el Turín de los salesianos, del Cottolengo. «Tal vez todo esto lo llevemos dentro, este carisma por el trabajo. El primer contrato de aprendizaje en Italia lo hizo don Bosco en 1859. Pero el carisma no bastaría si no hubiera una realidad que continuamente nos educara en la pasión por el otro que tenían aquellos santos. Porque no es algo innato, sino que nace de un encuentro y de una amistad que continuamente la despierta. Para mí, y para los amigos con los que empecé, es el movimiento de Comunión y Liberación».

¿Profesor virtual? No, gracias

Fabrizio Rossi


Se acabaron los tachones en rojo en el cuaderno. Se acabaron las súplicas a un compañero para que nos deje copiar. Probablemente se acabaron las pesadillas durante la noche antes del examen. Al menos, ésa es la promesa de MyMathLab, un software que desde septiembre ayudará a los estudiantes italianos a aprender matemáticas. Da la impresión de “tener al lado a un tutor personal, siempre disponible, que se dedica a conseguir el éxito del alumno”, dicen sus inventores. Como un profesor virtual, que te sigue mientras resuelves un problema y te señala inmediatamente dónde te has equivocado, te repite la fórmula correcta millones de veces si es necesario, y sin perder la paciencia. Basta con ir a internet y acceder a los ejercicios. 


Parece un sistema perfecto, ¿pero es suficiente para enseñar una materia? El que va mal, ¿sólo necesita memorizar las reglas y aplicarlas? “Por supuesto que no”, afirma Grazia Cotroni, profesora de matemáticas. “La cuestión es siempre tener delante a una persona de carne y hueso, con su humanidad”. Se le hace evidente cuando está en clase, donde cada día trata de explicar ecuaciones y teoremas a los alumnos del Liceo artístico. “Hace falta una persona apasionada, que haga nacer esa envidia que hace que un estudiante diga: ‘Yo quiero ser así’. De otra forma, uno podría resolver todos los problemas del software y no estar contento”. La alegría duraría sólo lo que dura el momento de éxito, como cuando ganas a la playstation. Sin embargo, dentro de la aridez de esos números hay muchos más: “¿Qué quiere decir aprender una regla? Demostrarla, estar en relación con alguien que te sugiera el camino que debes recorrer. Que te muestre la relación que tiene esa regla con el mundo entero, por ejemplo, haciéndote ver que las parábolas tienen que ver con los faros de un coche o con una antena de satélite”.

¿Ni siquiera una asignatura más “técnica”, como las matemáticas, puede dejar en segundo plano la relación humana? “De hecho en estos casos es aún más importante”, explica Grazia. “Porque los alumnos corren el riesgo de pensar que lo que estudian no tiene nada que ver con ellos. Aprenden la regla pero no la hacen suya. Sin embargo, dentro de una relación nada queda fuera. Ni siquiera los errores, “como me pasó ayer. Delante de la fracción 420/120, una chica simplificó el veinte con el veinte. Error. Había deducido una regla: ‘puesto que se pueden eliminar los ceros, he pensado que también podría eliminar los doses’. Le dije: ‘Bien, veamos si funciona’. Después de aquel ejemplo entendió que la regla no valía, pero lo verificó ella misma”. Un software habría detectado el error, pero nada más, no habría construido nada a partir de ahí. “Sin embargo, así uno no olvida nunca lo que aprende. Y sobre todo aprende a razonar”. 


No se trata de demonizar la tecnología. “Hay que usarla, es una ayuda”. De hecho, la profesora Cotroni ha creado un sitio web con video-lecciones (www.viamathea.it). “Es muy diferente mirar a uno que tiene pasión por la realidad y te lanza, te provoca a indagar sobre la razón de todo”. Sólo así sucede algo que va más allá de una clase de fracciones. “Los chicos empiezan a preguntarse el porqué de todo lo que hacen. Se preguntan: ¿por qué es así?, ¿será siempre así? Aprenden una mirada”.

El testigo como educador

Ramiro Pellitero


Diversas películas se han fijado en el papel del educador, apuntando, con más o menos fortuna, a su importante tarea, no siempre comprendida ni apreciada en lo que merece. Entre ellas cabe referirse a dos.


        La primera es "El Club de los poetas muertos" (Dead Poets Society, dirigida por P. Weir, 1989, a partir de una novela de N. H. Kleinbaum). Un grupo de alumnos de un colegio estadounidense de estricta disciplina son introducidos en la poesía, y animados a aprovechar su vida ("carpe diem") por un singular profesor, que despierta sus mentes con métodos poco convencionales.



        Algunos comentadores de la película subrayan su éxito para poner en cuestión los ritos de las escuelas tradicionales, a menudo estereotipados y desvitalizados. Hay que ayudar a los alumnos a descubrir sus propios caminos –se propone– y el profesor debe implicarse para enseñarles a pensar de modo creativo y crítico, y desarrollar la capacidad de amar, en lo que consiste realmente la vida; así se evitará que sean meros repetidores o receptores de lo que han escuchado. Sin embargo, cabe hacerse la pregunta de hasta qué punto el profesor consigue abrir a esos chicos dimensiones esenciales de la educación, como la trascendencia (el amor de Dios) y el verdadero amor a los demás.


        La segunda película, "Una educación" (An education, L. Scherfig, 2010), es una historia de base autobiográfica, ambientada en los años 60. Jenny, una joven londinense de 16 años, guapa e inteligente, se siente fascinada y seducida por los halagos de David, un treintañero que le promete la felicidad. Ante los halagos solícitos de David, el entorno familiar y escolar de Jenny se le aparecen entonces como aburridos, raquíticos, privados de alma y horizontes.
        Los comentadores del film suelen concluir que la calle se revela como la mejor escuela para liberarse del aburrimiento y la ingenuidad, la superficialidad y las apariencias de una educación puritana; la calle sería también una escuela que, pagando cierto precio, enseña a rechazar la frivolidad irresponsable. ¿Pero es así de hecho?
        Ciertamente, no se pueden repartir de modo simple los papeles educativos, de manera que la escuela o la universidad enseñen la "razón", la familia aporte la "tradición" y la calle contribuya decisivamente con la "experiencia", dejando –en el caso de la formación cristiana– a la parroquia el papel de abrir la dimensión trascendente o religiosa de la persona. Pero, ¿cómo hacer que cada uno de esos ámbitos aporte su propia riqueza, subrayando en cada caso la dimensión educativa conveniente, pero con apertura a las otras dimensiones, también esenciales, de la tarea educativa?
        El cristianismo propone muchas figuras de educadores, pero ante todo propone una visión del cristiano como alguien que necesita una formación y que a su vez debe contribuir a formar a los demás. Un educador muy especial fue San Juan Bautista. Él reconoció ser solo la voz de la Palabra (Cristo) que venía detrás pero era más importante que él. Aunque es un caso único (todos lo son), de él podemos seguir aprendiendo los cristianos, porque, según Pablo VI, "el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos". En San Juan Bautista se ve cómo su enseñanza se identificó con su testimonio.
        En el Museo catedralicio de Toledo se exhibe una pintura atribuida a Caravaggio, que representa a San Juan Bautista en el desierto. El santo aparece sobre un trasfondo de vides (que pueden evocar el vino de la última Cena) y tallos espinosos (quizá en recuerdo de la corona de espinas que pusieron al Señor en su Pasión). San Juan descansa sobre una capa roja (color del sacrificio), y con su mano izquierda sostiene una fina cruz. En actitud meditativa mira hacia sus pies, donde está sentado un manso cordero: representa obviamente al "Cordero de Dios" que quita los pecados del mundo, y que había sido prefigurado por aquél otro cordero que se ofreció como víctima para que los judíos pudieran salir de Egipto.
        En otro cuadro sobre San Juan Bautista (Museo Nelson-Atkins, Kansas City), debido éste con certeza al pincel de Caravaggio, se presenta al santo apoyado en la cruz e inclinado hacia delante, como para descender o arrodillarse en cumplimiento de su tarea. El destino de esta pintura era una iglesia de un lugar en la costa de Italia, donde se cuidaba y se enterraba a los enfermos invadidos por la peste. Ellos se acogían a la intercesión de San Juan para que les curase y les acercase el perdón de Cristo. En su mano derecha lleva también la cruz delgada, quizá en referencia a la "caña sacudida por el viento" (Lc 7, 24) de la que hablaba el Señor. Todo ello –según Peter Robb, uno de los biógrafos de Caravaggio– parece sugerir el misterio del Bautista, de su misión y de su destino.
        En definitiva, para el cristianismo, el educador es sobre todo el "testigo", es decir, el cristiano auténtico que vive, primero él, de la Palabra (del Evangelio y de la oración, porque ahí encuentra a Cristo) y de los sacramentos (especialmente de la Eucaristía, donde también se encuentra –siempre de nuevo y con más profundidad y fuerza– con Cristo). Palabra y sacramentos dan como fruto el amor a Dios y a los demás.
        Con ese bagaje personal, los educadores han de plantear, con sabiduría, confianza y cercanía, las grandes cuestiones (la relación entre verdad y amor, felicidad y sufrimiento, libertad y autoridad, etc.) y educar las actitudes cristianas (como el compromiso con los necesitados y la misericordia).
        En cualquier caso, en la situación actual de urgencia educativa (cf. Benedicto XVI, Carta sobre la urgencia educativa, 21-I-2008), se trate de los padres o madres de familia, de los sacerdotes o catequistas, de los profesores, amigos o cualquier persona que puede contribuir a la formación de otras, el educador válido sólo puede ser un testigo de la verdad y el amor.

viernes, 13 de mayo de 2011

El gusto de construir la ciudad común

Manifiesto de Comunión y Liberación ante las elecciones autonómicas y municipales que el próximo 22 de mayo se celebrarán en España y que apoyamos desde ARCYP.


Descargar el manifiesto