lunes, 23 de diciembre de 2013
sábado, 12 de octubre de 2013
Nembrini: "Cuanto más alta es la propuesta ideal, más son capaces de entusiasmo y de grandes sacrificios"
Franco NEMBRINI es el profesor de los sueños, aquel a quien todos los padres querrían confiar sus propios hijo. Con los ojos cerrados. Entonces sí que podrían dejar de preocuparse por las notas y por el éxito: sabrían que existe uno que sabe mostrar la belleza de la vida como aventura y del saber como interés que sirve para este viaje. No por casualidad es uno que llena los salones de jóvenes hablándoles de Dante, al igual que Dan Brown. Nosotros en Credere le habíamos elegido, enseñante de historia e italiano, rector del centro escolar " La Traccia" de Bérgamo, para ayudarnos a vivir también el inicio del año escolar con la mirada puesta en la dirección justa.
Profesor Nembrini, hay una imagen que gira por la red con el pie de foto “primer día de escuela”: cuatro chavales enfurruñados, y una madre que salta de alegría. Finalmente libre, por algunas horas durante el día. Yo no sé si soy un caso preocupante - prohibido pedir parecer a mis hijos al respecto - pero para mí es exactamente lo contrario. En verano estoy contentísima de gozar de mis hijos, y estar exenta de la tortura cotidiana, la lucha por las tareas: querría que siempre fuesen más, y estuviesen mejor hechas. Mi marido dice que no me debería ocupar. ¿Tiene razón él, como de costumbre?
Sí, al menos en parte, tiene razón él. Estoy convencido que uno de los problemas más graves de los chavales de hoy es que no tienen espacios para probarse, para arriesgar, para equivocarse. Me parece que nuestras actitudes hacia ellos están dominadas por dos sentimientos, el miedo y la desconfianza: tenemos miedo que les pueda pasar quién sabe qué, y les tenemos siempre bajo control (piensa hasta dónde han llegado los teléfonos móviles...); y pensamos que no son capaces de actuar por sí mismos, y que tienen siempre necesidad de nuestra asistencia. Y así no se estiman, no se quieren bien y todo en su entorno les confirma esta falta de estima. ¡Y después nos sorprendemos de que crecen chavales cuyas actitudes ante la vida son el miedo y la desconfianza!
Cuando he ido a retirar los libros de primaria de mi primer hijo, he pensado: estupendo, estos son los libros con los juegos de preescolar, después nos dirán dónde comprar los libros de verdad. Me parece que hoy el objetivo de la escuela es sobre todo ser simpática a los niños, no ponerles delante de desafíos comprometidos, no hacerles interrogarse. ¿Qué piensas?
Pues que es verdad. Debemos tener el coraje de afirmar que no existe otro fin de la educación que esto: acompañar a nuestros hijos a estar delante de las circunstancias como la gran ocasión dada a cada uno para descubrir la propia grandeza. La grandeza del destino bueno al que hemos sido llamados. Pero justamente lo que se ve en todos, jóvenes y adultos, es una fragilidad desconcertante. Estamos perennemente huyendo de las circunstancias, de la fatiga, del dolor, de la herida que la vida nos produce. Hasta pensar que nuestra tarea de educadores sea la de evitar a nuestros hijos estas heridas.
Así les impedimos crecer y hacerse grandes.
En 2º de la ESO a mi hijo le han dado una lección sobre el preservativo, lección que ha sido aprobada por todos los padres de la clase entre ellos nosotros: la idea es "no importa lo que hagáis, basta que no os creéis problemas, o sea enfermedades o embarazos". Y también la escuela es vista un poco así: las notas altas en la escuela son para los padres el certificado de que pueden estar tranquilos. Si existe un buen boletín de notas, todo el resto no cuenta. Pero la escuela , ¿nos dice la verdad sobre el chico?
No. Más aún, es necesario también aquí clarificar y tener el coraje de decir que la escuela (y por tanto los buenos resultados escolares) no es la meta de la vida, sino simplemente el camino.
El ideal de la vida, tanto para nosotros como para nuestros hijos, es el de ser feliz, el de conocer la verdad, o sea, el sentido de las cosas, poderse amar de verdad a uno mismo y a los otros, sentir la utilidad del propio tiempo y la propia fatiga. Como ha recordado magníficamente el Papa Francisco a los jóvenes en Piacenza. Y esto se realiza en condiciones muy diversas, según caminos jamás iguales para todos, valorando los talentos, las pasiones, las capacidades propias de cada uno de nuestros chavales.
Tu entras en contacto con muchos padres. Desde tu punto de vista, ¿te parece que existe el riesgo de que los padres atribuyan a los resultados escolares un valor diferente del que tiene? Quizá una confirmación del propio valor como padres, una póliza de seguro sobre el éxito del hijo, un cordón de seguridad contra las dificultades de la vida?
Me parece que puede ser una terrible tentación de nosotros educadores confundir el camino con la meta, y pensar que el éxito en la escuela coincide con el cumplimiento del deseo. Pero no es así, y nuestros hijos lo saben. Tanto es verdad esto que nos acusan, quizá inconscientemente, de proponerles demasiado poco. Este me parece que sea el descubrimiento que he hecho en estos años viviendo con ellos: cuanto más alta es la propuesta ideal, más difícil el camino, más son capaces de entusiasmo y de grandes sacrificios. Como me ha escrito un estudiante (no brillante por cierto desde el punto de vista escolar) después de un concierto en el que ha tocado junto a sus compañeros y sus enseñantes, dice: "Desde esta tarde sé que Italia no se destruirá jamás. Esta tarde sobre el escenario era un hombre. Mucho más que en 100 noches de alcohol y de canutos. Ahora estoy seguro de poder dar mi contribución. Lo feo que me circunda morirá a mis pies. No me echaré atrás".
Entrevista a Franco NEMBRINI de Constanza Miriano
Profesor Nembrini, hay una imagen que gira por la red con el pie de foto “primer día de escuela”: cuatro chavales enfurruñados, y una madre que salta de alegría. Finalmente libre, por algunas horas durante el día. Yo no sé si soy un caso preocupante - prohibido pedir parecer a mis hijos al respecto - pero para mí es exactamente lo contrario. En verano estoy contentísima de gozar de mis hijos, y estar exenta de la tortura cotidiana, la lucha por las tareas: querría que siempre fuesen más, y estuviesen mejor hechas. Mi marido dice que no me debería ocupar. ¿Tiene razón él, como de costumbre?
Sí, al menos en parte, tiene razón él. Estoy convencido que uno de los problemas más graves de los chavales de hoy es que no tienen espacios para probarse, para arriesgar, para equivocarse. Me parece que nuestras actitudes hacia ellos están dominadas por dos sentimientos, el miedo y la desconfianza: tenemos miedo que les pueda pasar quién sabe qué, y les tenemos siempre bajo control (piensa hasta dónde han llegado los teléfonos móviles...); y pensamos que no son capaces de actuar por sí mismos, y que tienen siempre necesidad de nuestra asistencia. Y así no se estiman, no se quieren bien y todo en su entorno les confirma esta falta de estima. ¡Y después nos sorprendemos de que crecen chavales cuyas actitudes ante la vida son el miedo y la desconfianza!
Cuando he ido a retirar los libros de primaria de mi primer hijo, he pensado: estupendo, estos son los libros con los juegos de preescolar, después nos dirán dónde comprar los libros de verdad. Me parece que hoy el objetivo de la escuela es sobre todo ser simpática a los niños, no ponerles delante de desafíos comprometidos, no hacerles interrogarse. ¿Qué piensas?
Pues que es verdad. Debemos tener el coraje de afirmar que no existe otro fin de la educación que esto: acompañar a nuestros hijos a estar delante de las circunstancias como la gran ocasión dada a cada uno para descubrir la propia grandeza. La grandeza del destino bueno al que hemos sido llamados. Pero justamente lo que se ve en todos, jóvenes y adultos, es una fragilidad desconcertante. Estamos perennemente huyendo de las circunstancias, de la fatiga, del dolor, de la herida que la vida nos produce. Hasta pensar que nuestra tarea de educadores sea la de evitar a nuestros hijos estas heridas.
Así les impedimos crecer y hacerse grandes.
En 2º de la ESO a mi hijo le han dado una lección sobre el preservativo, lección que ha sido aprobada por todos los padres de la clase entre ellos nosotros: la idea es "no importa lo que hagáis, basta que no os creéis problemas, o sea enfermedades o embarazos". Y también la escuela es vista un poco así: las notas altas en la escuela son para los padres el certificado de que pueden estar tranquilos. Si existe un buen boletín de notas, todo el resto no cuenta. Pero la escuela , ¿nos dice la verdad sobre el chico?
No. Más aún, es necesario también aquí clarificar y tener el coraje de decir que la escuela (y por tanto los buenos resultados escolares) no es la meta de la vida, sino simplemente el camino.
El ideal de la vida, tanto para nosotros como para nuestros hijos, es el de ser feliz, el de conocer la verdad, o sea, el sentido de las cosas, poderse amar de verdad a uno mismo y a los otros, sentir la utilidad del propio tiempo y la propia fatiga. Como ha recordado magníficamente el Papa Francisco a los jóvenes en Piacenza. Y esto se realiza en condiciones muy diversas, según caminos jamás iguales para todos, valorando los talentos, las pasiones, las capacidades propias de cada uno de nuestros chavales.
Tu entras en contacto con muchos padres. Desde tu punto de vista, ¿te parece que existe el riesgo de que los padres atribuyan a los resultados escolares un valor diferente del que tiene? Quizá una confirmación del propio valor como padres, una póliza de seguro sobre el éxito del hijo, un cordón de seguridad contra las dificultades de la vida?
Me parece que puede ser una terrible tentación de nosotros educadores confundir el camino con la meta, y pensar que el éxito en la escuela coincide con el cumplimiento del deseo. Pero no es así, y nuestros hijos lo saben. Tanto es verdad esto que nos acusan, quizá inconscientemente, de proponerles demasiado poco. Este me parece que sea el descubrimiento que he hecho en estos años viviendo con ellos: cuanto más alta es la propuesta ideal, más difícil el camino, más son capaces de entusiasmo y de grandes sacrificios. Como me ha escrito un estudiante (no brillante por cierto desde el punto de vista escolar) después de un concierto en el que ha tocado junto a sus compañeros y sus enseñantes, dice: "Desde esta tarde sé que Italia no se destruirá jamás. Esta tarde sobre el escenario era un hombre. Mucho más que en 100 noches de alcohol y de canutos. Ahora estoy seguro de poder dar mi contribución. Lo feo que me circunda morirá a mis pies. No me echaré atrás".
Entrevista a Franco NEMBRINI de Constanza Miriano
jueves, 11 de julio de 2013
No es fácil corregir la LOGSE, por Mari Carmen Carrón
El contexto cultural en que aparece la LOMCE no es independiente de la propia ley. Si queremos entender esta debemos asomarnos a aquel. ¿A qué mentalidad está intentando responder? ¿Consigue responder exhaustivamente a ella? Partamos de que la confusión de nuestro sistema educativo, de nuestra enseñanza tiene mucho que ver, aunque no sólo, con la LOGSE. Esta ley socialista modificó dos aspectos fundamentales respecto a la ley precedente que tenían un rasgo en común, la obligatoriedad escolar: por un lado, es obligatorio asistir a la escuela hasta los 16 años y, por otro, hasta esa edad, es obligatorio realizar el mismo recorrido con el objetivo de obtener el mismo título (principio de comprensibilidad).
Pero si el Estado obliga a estas dos cosas, debe poder garantizar que son posibles. Si en un aspecto esencial como la educación, todos están obligados a permanecer el mismo tiempo para alcanzar un mismo resultado y con un sólo camino, habremos de concluir que lo que tenemos es un derecho garantizado por la ley: esta es la LOGSE. Y dado que un derecho hace referencia a algo que es debido de forma automática y obligatoria, es aquí donde se produce el equívoco que llevamos arrastrando 23 años en nuestra educación: confundiendo la igualdad de oportunidades con la igualdad de resultados y recorrido. Estando garantizado el puesto escolar para todos, lo estaría de la misma manera –automática y obligatoria–, cada uno de los pasos del recorrido: el derecho a aprobar cada examen, a pasar de curso, al título, etc.
http://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=3922&te=16&idage=7503&vap=0
Pero si el Estado obliga a estas dos cosas, debe poder garantizar que son posibles. Si en un aspecto esencial como la educación, todos están obligados a permanecer el mismo tiempo para alcanzar un mismo resultado y con un sólo camino, habremos de concluir que lo que tenemos es un derecho garantizado por la ley: esta es la LOGSE. Y dado que un derecho hace referencia a algo que es debido de forma automática y obligatoria, es aquí donde se produce el equívoco que llevamos arrastrando 23 años en nuestra educación: confundiendo la igualdad de oportunidades con la igualdad de resultados y recorrido. Estando garantizado el puesto escolar para todos, lo estaría de la misma manera –automática y obligatoria–, cada uno de los pasos del recorrido: el derecho a aprobar cada examen, a pasar de curso, al título, etc.
Es el Estado quien obliga y quien debe garantizar dicho derecho. Pero el Estado que puede garantizar el derecho al puesto escolar, ¿puede garantizar que todos consigan llegar con buen éxito al destino?
Esta cultura automática y obligatoria se ha extendido desde 1990 y ha tenido consecuencias en padres, alumnos y profesores.
Los padres, algunos de los cuales se han educado ya en la LOGSE, exigen para sus hijos lo prometido: "¿por qué mi hijo no va a aprobar si es para todos?" Y habiéndonos convertido los padres en sindicalistas de nuestros hijos, pedimos que la escuela cumpla. Los alumnos, inconscientes de lo que pierden y afianzados en su derecho, dan un paso más desafiando al sistema hasta el punto de presumir de aprobar sin estudiar (¡estudiando, no tiene mérito!).
En cuanto a los profesores, ¿qué pueden hacer? La desconfianza se ha instaurado como juez: un número excesivo de suspensos, significa una sospecha de su capacidad de enseñar; y al revés. Por tanto, deben servir al sistema para garantizar que todo salga adecuadamente.
Ninguna mala voluntad; cada uno en su papel: protagonista, el Estado, que es el que garantiza, avala, certifica. Y da los medios.
Sin embargo, la realidad no ha parado de dejar en evidencia el grave error de esta confusión que se "ha cebado" más profusamente en la escuela estatal.
Pero cuanto más nítidamente se mostraban las consecuencias de dicho error más calaba la mentalidad en la sociedad. ¿Por qué? Porque sustituía a las familias en el trabajo educativo real: aportar el significado de la vida: "¿por qué merece la pena que les hayamos traído a este mundo?".
En el momento en el cual los padres hemos perdido el norte pasando de educar a nuestros hijos a ser los defensores de sus derechos, la educación es absorbida por la escuela y garantizada por el Estado en detrimento de las familias; cuya tarea parece reducirse a trabajar para darles "todo lo que yo no he tenido". Pero esto no les educa: convierte a los padres en amigos pero deja a los hijos huérfanos.
Es la cultura basada en la invasión educativa del Estado a la que los padres han cedido su mejor parte.
Pero, luchar contra esta cultura, en la que cada uno está cómodo y en su sitio, después de 23 años, no es fácil. Por tanto, pedir que en medio de una cultura así, se acepte hoy por hoy, una ley de signo absolutamente opuesto, representa una utopía con muy pocas posibilidades de éxito. Es necesario comenzar por el principio: haciendo cuentas con la raíz de esta venenosa planta y sus abundantes ramificaciones.
En este sentido, en la LOMCE, existen algunos puntos que hacen concebir esperanzas.
Son tres los aspectos que, juntos, indican una dirección justa: la autonomía de los centros, las evaluaciones externas, el anticipo de la elección por parte de los alumnos.
¿Por qué indican una dirección adecuada?
Porque estas tres propuestas devuelven el protagonismo a la sociedad.
Los padres, que quieren lo mejor para sus hijos, valorando la calidad del centro educativo al que confiar su educación deberán basarse en algunos criterios objetivos. Para lo cual, les supondrán una ayuda las evaluaciones de diagnóstico; que son una nota acerca de los centros, pero no la única. Otra es, como se desarrolla la organización interna de cada centro educativo basada en la autonomía; porque podría suceder que esta le permitiese en pocos años mejorar sustancialmente los resultados y responder mejor a las necesidades de sus alumnos que otros centros de su zona, o incluso, más lejanos. Y la tercera es que la opción anticipada del propio recorrido hará que muchos alumnos no abandonen el sistema escolar por aburrimiento.
Los centros, que quieren responder lo mejor posible al desafío del momento de crisis, necesitarán la implicación conjunta de todos los agentes y de todos los factores en función de garantizar el éxito de su quehacer.
Los chicos, que aspiran a tener un puesto de trabajo, necesitan formarse de la mejor manera posible en una escuela que realmente haga fructificar sus potencialidades.
Así se va desplazando el protagonismo del Estado y los medios, al trabajo y la creatividad de las personas; del paternalismo estatalista a una sociedad adulta que ejerce su libertad.
Es verdad, como han dicho algunos, que esta ley no es suficiente. ¡Evidentemente, que no es suficiente! Y no lo es porque apostar por desarrollar esta nueva dirección significa una alternativa tan radicalmente opuesta a la cultura LOGSE, que incluso el propio Estado debe estar dispuesto a continuar por esta arriesgada senda. Esta ley insuficiente plantea una pregunta que mira al futuro: ¿Este paso es el primero de muchos que lo completen o es el último? Sería estúpido volver atrás. Por eso, a esta tendencia conviene estar atentos de aquí en adelante.
Comprobaremos, en las futuras campañas electorales, a quién quiere cada partido dar el protagonismo en educación: si al Estado, intentando mirar atrás; o a la sociedad civil, apoyando la dinámica introducida por esta ley y favoreciendo, cada vez más decididamente, que todos los agentes sociales puedan ejercer verdaderamente su libertad. En educación, especialmente, esto constituirá una riqueza cuya consecuencia será el crecimiento del tejido social de nuestro país.
Que los propios IES, sus profesores, orientadores, equipos directivos, puedan responder a los desafíos que tienen planteados, con creatividad, interés y trabajo, permitirá a todos los actores implicados, redescubrir el valor por el que cada uno eligió esta estupenda y necesaria tarea. Por ejemplo, la autonomía en un centro público posibilitará adaptar la F.P. a las necesidades laborales del medio en que se encuentre, preparando a sus alumnos para que puedan ser los primeros en encontrar un puesto de trabajo en las empresas del entorno. Y la colaboración con centros de iniciativa social o cooperativas de profesores de la zona ayudará a generar un protagonismo y una responsabilidad independientes del Estado y no deudores de éste.
Para que esto continúe desarrollándose sólo hay una condición: que no se frene la dinámica que esta ley ha puesto en marcha: que se confíe en la capacidad y la potencia generadora de nuestra sociedad.
http://www.paginasdigital.es/v_portal/informacion/informacionver.asp?cod=3922&te=16&idage=7503&vap=0
martes, 19 de marzo de 2013
Asamblea con Ignacio Carbajosa sobre el texto de Julián Carrón "Emergencia educativa"
En la página web de CL encontraréis la traducción española de la intervención de Julián Carrón, titulada "Emergencia educativa", en la presentación del libro de Antonio Polito "Contra los Padres. Cómo los italianos hemos estropeado a nuestros hijos", que tuvo lugar en Milán el pasado mes de enero. Se trata de un texto que contiene las líneas esenciales de la educación con la que don Giussani nos ha hecho crecer.
ARCYP propone una asamblea con Ignacio Carbajosa dirigida a padres y educadores con el objetivo de entender mejor las insistencias educativas del carisma, tal y como las propone Julián Carrón en este texto. Será el sábado 27 de abril a las 18:00 en Madrid, en la parroquia Santa María de la Esperanza (calle Ramón y Cajal, 3 Alcobendas)
Anunciamos con tiempo esta asamblea para favorecer un trabajo previo (esencial) de lectura y comentario entre amigos, de modo que el momento público sea útil y fecundo a partir de nuestras preguntas y testimonios. Se favorece también que los interesados que viven fuera de Madrid puedan prever con tiempo este desplazamiento.
Texto para trabajar:
Un imprevisto es la única esperanza
Comunicado final de EncuentroMadrid 2013
En un tiempo en que muchos piensan que la Iglesia es una reliquia arqueológica perfectamente previsible, Benedicto XVI dijo que por el contrario es una realidad viviente, que se transforma permaneciendo fiel a su propia naturaleza, porque su corazón es Cristo. Los acontecimientos de los últimos días demuestran la verdad de esta afirmación.
Esta edición del EncuentroMadrid 2013 ha puesto de manifiesto a través de numerosos testimonios esta dimensión esencial del cristianismo, que no es deducible, que no es resultado de un plan ni puede reducirse a un conjunto de reglas y de principios. Por el contrario es un acontecimiento que sucede siempre de nuevo y así vuelve a despertar nuestra humanidad. En un mundo que, como decía Péguy, "ya no es cristiano", hemos querido mostrar cómo ese acontecimiento del Señor presente a través de las personas que cambian irrumpe en el escenario de la historia.
En el ámbito de la economía (golpeada por una severa crisis), de la educación (reducida tantas veces a mero manual de instrucciones), del servicio a los más necesitados (confundido con asistencialismo), de la atención a los enfermos o a través de la literatura o la música, el acontecimiento cristiano irrumpe como una chispa capaz de encender un camino nuevo. El pueblo cristiano nace continuamente de esa forma imprevista en que el Misterio de Cristo resucitado hace su entrada, generando personalidades llenas de atractivo, a través de la debilidad y el límite de todo lo humano. Y así surgen continuamente comunidades y obras donde se puede ver y tocar una promesa que los hombres de esta época no pueden dejar de escuchar.
Una promesa cuyo cumplimiento puede verificarse a lo largo de un camino que estos días se nos ha hecho patente de muchas formas en el EncuentroMadrid. Al finalizar estas jornadas nos sentimos impulsados a seguir construyendo junto a toda la Iglesia lugares donde sea posible hoy encontrar este Imprevisto que rescata lo humano. Lo haremos bajo la guía del Papa Francisco, en cuya elección reconocemos de nuevo el soplo del Espíritu Santo que jamás deja de conducir la Iglesia.
Qué es EncuentroMadrid
Con sus más de 20.000 asistentes anuales y nacido de la experiencia cristiana de personas vinculadas al movimiento católico de Comunión y Liberación, EncuentroMadrid es el evento cultural más frecuentado de la primavera madrileña. Exposiciones, conciertos, zona infantil, espectáculos, mesas redondas y conferencias dan forma a una realidad única en el panorama cultural español. EncuentroMadrid es, desde sus orígenes, un evento popular abierto a todos y cuyo "corazón" son los casi 500 voluntarios de todas las edades y condiciones sociales que colaboran gratuitamente en su construcción y diseño durante todo el año.
En un tiempo en que muchos piensan que la Iglesia es una reliquia arqueológica perfectamente previsible, Benedicto XVI dijo que por el contrario es una realidad viviente, que se transforma permaneciendo fiel a su propia naturaleza, porque su corazón es Cristo. Los acontecimientos de los últimos días demuestran la verdad de esta afirmación.
Esta edición del EncuentroMadrid 2013 ha puesto de manifiesto a través de numerosos testimonios esta dimensión esencial del cristianismo, que no es deducible, que no es resultado de un plan ni puede reducirse a un conjunto de reglas y de principios. Por el contrario es un acontecimiento que sucede siempre de nuevo y así vuelve a despertar nuestra humanidad. En un mundo que, como decía Péguy, "ya no es cristiano", hemos querido mostrar cómo ese acontecimiento del Señor presente a través de las personas que cambian irrumpe en el escenario de la historia.
En el ámbito de la economía (golpeada por una severa crisis), de la educación (reducida tantas veces a mero manual de instrucciones), del servicio a los más necesitados (confundido con asistencialismo), de la atención a los enfermos o a través de la literatura o la música, el acontecimiento cristiano irrumpe como una chispa capaz de encender un camino nuevo. El pueblo cristiano nace continuamente de esa forma imprevista en que el Misterio de Cristo resucitado hace su entrada, generando personalidades llenas de atractivo, a través de la debilidad y el límite de todo lo humano. Y así surgen continuamente comunidades y obras donde se puede ver y tocar una promesa que los hombres de esta época no pueden dejar de escuchar.
Una promesa cuyo cumplimiento puede verificarse a lo largo de un camino que estos días se nos ha hecho patente de muchas formas en el EncuentroMadrid. Al finalizar estas jornadas nos sentimos impulsados a seguir construyendo junto a toda la Iglesia lugares donde sea posible hoy encontrar este Imprevisto que rescata lo humano. Lo haremos bajo la guía del Papa Francisco, en cuya elección reconocemos de nuevo el soplo del Espíritu Santo que jamás deja de conducir la Iglesia.
Qué es EncuentroMadrid
Con sus más de 20.000 asistentes anuales y nacido de la experiencia cristiana de personas vinculadas al movimiento católico de Comunión y Liberación, EncuentroMadrid es el evento cultural más frecuentado de la primavera madrileña. Exposiciones, conciertos, zona infantil, espectáculos, mesas redondas y conferencias dan forma a una realidad única en el panorama cultural español. EncuentroMadrid es, desde sus orígenes, un evento popular abierto a todos y cuyo "corazón" son los casi 500 voluntarios de todas las edades y condiciones sociales que colaboran gratuitamente en su construcción y diseño durante todo el año.
miércoles, 6 de febrero de 2013
Cuando educar es despertar a un corazón
La «sociedad de las pantuflas», así la llama Antonio Polito. Todo fácil, todo cómodo, mejor vivir de las rentas que invertir, protegerse en vez de arriesgar. Es la sociedad del individualismo y de la irresponsabilidad que permea el aire que respiramos. Un aire pesado. Polito, editorialista del Corriere della Sera, acaba de presentar su libro Contro i papà (Contra los papás), redactado a partir de su propia experiencia y de un diálogo con los lectores de su periódico. No contra el padre, sino contra los papás, es decir contra los «papis», los «niños grandes». En realidad es una especie de yo acuso contra todo el sistema social moderno y la hipócrita ilusión de tenerlo todo rápidamente y gratis, sin esfuerzo y sobre todo sin un ideal que esté a la altura de la espera del hombre.
En la presentación de este libro, organizada por el Centro Cultural de Milán y moderada por la presidenta de la Asociación italiana de centros culturales, Letizia Bardazzi, Polito quiso que también participaran el director delCorriere Ferruccio de Bortoli, y el presidente de la Fraternidad de CL, Julián Carrón. El grito de dolor de la generación de los papás perezosos se convirtió allí en un camino hacia el cambio.
El libro de Polito no es un discurso moralista sino una investigación. Cita datos y estadísticas que ilustran las torres de cristal en que los jóvenes se han acostumbrado a vivir: más jóvenes que viven a expensas de sus padres en las familias ricas que en las pobres; universidades que no generan sabiduría y que paradójicamente gravan los impuestos de los menos favorecidos; el error de dedicar esfuerzos a los desempleados y dejar desatendidos a los ni-ni, los chicos que ni tienen trabajo, ni lo buscan, ni estudian para conseguirlo. «Es un problema cultural, no económico», denuncia Polito. «Si queremos afrontar este problema, debemos poner el acento en una palabra que ha caído en desuso y que los de CL hace algunos años que han puesto de nuevo de actualidad: educación».
De Bortoli no disimula su «sentimiento de culpa», y compara la juventud de su época con la de hoy. No es un lamento sobre un tiempo pasado que fue mejor. «El error es no reclamar a los chavales a su responsabilidad, dejarles en una especie de limbo».
«Todo nos indica que la educación es el factor crucial para una comunidad y para nuestros jóvenes, ¿por qué entonces hemos abdicado totalmente de esta función?», pregunta Carrón. Dos son las razones. «Por un maléfico paternalismo, los padres han querido ahorrar a sus hijos la fatiga que implica el vivir, pero así lo que han hecho ha sido allanarles el camino hacia la nada. En vez de lanzarles hacia una meta ambiciosa, correspondiente a su corazón, han preferido evitarles el esfuerzo». Las consecuencias son dramáticas, porque «los jóvenes perciben la desconfianza». El sentido de protección mal entendido «es un juicio negativo sobre su capacidad para crecer y para ser ellos mismos, y ellos perciben este juicio nuestro, aunque esté implícito».
Carrón cita una entrevista a don Giussani en 1992, hace más de veinte años: «Me asusta una Italia sin un ideal adecuado, un utilitarismo perseguido sin ningún punto de fuga ideal. Esto no puede seguir así». La pasividad de los jóvenes, el entumecimiento que les envuelve, hunden sus raíces «en el escepticismo de los adultos, que no proponen nada por lo que valga la pena moverse. Hoy es difícil encontrar adultos que no sean escépticos. Como describe Leopardi, la naturaleza del hombre es no poder quedar satisfecho con nada. Sin embargo, se le ofrecen respuestas fáciles que no despiertan toda su capacidad».
Hay una segunda razón para esta situación educativa: el pensamiento del siglo XX, que ha quitado al hombre la responsabilidad de sus propias acciones. «El yo está en función de otra cosa. Para Freud eran fuerzas psicológicas más grandes que él mismo, para el marxismo las culpas sociales, para el darwinismo los antecedentes biológicos. El resultado es que el yo ya no existe, es como una piedra que se lleva la corriente».
Pero si el hombre es irreductible a sus antecedentes biológicos, antropolóticos y sociales, hay una esperanza también para las generaciones jóvenes. Pueden dejar de ser prisioneros del mundo que les han creado alrededor. «Basta una mínima relación con los chavales para descubrir que su yo existe. Lo entienden perfectamente. No tiene que estudiar leyes para entender lo que es justo. El criterio para juzgar está en su naturaleza humana». Entonces, el punto de partida es este corazón, este «punto ardiente» de un yo sepultado en el entumecimiento, en el aburrimiento, en la falta de adultos que le propongan un desafío a la altura de su espera.
¿Quién puede ser capaz de despertyar el yo de los jóvenes y de los adultos? «Ese es el desafío de nuestra generación, en todos los ámbitos», dice Carrón. «No basta con dar una lección o hacer un reclamo ético, hace falta un adulto que, viviendo, haga que otro hombre puede empezar a interesarse por su vida y su destino. Sólo un testigo puede despertar las exigencias ocultas del yo, desafiar a la razón, al corazón, a la libertad. Una propuesta viviente que suscita el compromiso personal con uno mismo, sin evitar el esfuerzo personal de la verificación. La educación no es convencer, plagiar, sino la relación entre dos libertades. Cuando se les desafía, los chavales se entusiasman. El problema es que nadie les desafía».
http://www.revistahuellas.org/default.asp?id=422&id_n=4805
En la presentación de este libro, organizada por el Centro Cultural de Milán y moderada por la presidenta de la Asociación italiana de centros culturales, Letizia Bardazzi, Polito quiso que también participaran el director delCorriere Ferruccio de Bortoli, y el presidente de la Fraternidad de CL, Julián Carrón. El grito de dolor de la generación de los papás perezosos se convirtió allí en un camino hacia el cambio.
El libro de Polito no es un discurso moralista sino una investigación. Cita datos y estadísticas que ilustran las torres de cristal en que los jóvenes se han acostumbrado a vivir: más jóvenes que viven a expensas de sus padres en las familias ricas que en las pobres; universidades que no generan sabiduría y que paradójicamente gravan los impuestos de los menos favorecidos; el error de dedicar esfuerzos a los desempleados y dejar desatendidos a los ni-ni, los chicos que ni tienen trabajo, ni lo buscan, ni estudian para conseguirlo. «Es un problema cultural, no económico», denuncia Polito. «Si queremos afrontar este problema, debemos poner el acento en una palabra que ha caído en desuso y que los de CL hace algunos años que han puesto de nuevo de actualidad: educación».
De Bortoli no disimula su «sentimiento de culpa», y compara la juventud de su época con la de hoy. No es un lamento sobre un tiempo pasado que fue mejor. «El error es no reclamar a los chavales a su responsabilidad, dejarles en una especie de limbo».
«Todo nos indica que la educación es el factor crucial para una comunidad y para nuestros jóvenes, ¿por qué entonces hemos abdicado totalmente de esta función?», pregunta Carrón. Dos son las razones. «Por un maléfico paternalismo, los padres han querido ahorrar a sus hijos la fatiga que implica el vivir, pero así lo que han hecho ha sido allanarles el camino hacia la nada. En vez de lanzarles hacia una meta ambiciosa, correspondiente a su corazón, han preferido evitarles el esfuerzo». Las consecuencias son dramáticas, porque «los jóvenes perciben la desconfianza». El sentido de protección mal entendido «es un juicio negativo sobre su capacidad para crecer y para ser ellos mismos, y ellos perciben este juicio nuestro, aunque esté implícito».
Carrón cita una entrevista a don Giussani en 1992, hace más de veinte años: «Me asusta una Italia sin un ideal adecuado, un utilitarismo perseguido sin ningún punto de fuga ideal. Esto no puede seguir así». La pasividad de los jóvenes, el entumecimiento que les envuelve, hunden sus raíces «en el escepticismo de los adultos, que no proponen nada por lo que valga la pena moverse. Hoy es difícil encontrar adultos que no sean escépticos. Como describe Leopardi, la naturaleza del hombre es no poder quedar satisfecho con nada. Sin embargo, se le ofrecen respuestas fáciles que no despiertan toda su capacidad».
Hay una segunda razón para esta situación educativa: el pensamiento del siglo XX, que ha quitado al hombre la responsabilidad de sus propias acciones. «El yo está en función de otra cosa. Para Freud eran fuerzas psicológicas más grandes que él mismo, para el marxismo las culpas sociales, para el darwinismo los antecedentes biológicos. El resultado es que el yo ya no existe, es como una piedra que se lleva la corriente».
Pero si el hombre es irreductible a sus antecedentes biológicos, antropolóticos y sociales, hay una esperanza también para las generaciones jóvenes. Pueden dejar de ser prisioneros del mundo que les han creado alrededor. «Basta una mínima relación con los chavales para descubrir que su yo existe. Lo entienden perfectamente. No tiene que estudiar leyes para entender lo que es justo. El criterio para juzgar está en su naturaleza humana». Entonces, el punto de partida es este corazón, este «punto ardiente» de un yo sepultado en el entumecimiento, en el aburrimiento, en la falta de adultos que le propongan un desafío a la altura de su espera.
¿Quién puede ser capaz de despertyar el yo de los jóvenes y de los adultos? «Ese es el desafío de nuestra generación, en todos los ámbitos», dice Carrón. «No basta con dar una lección o hacer un reclamo ético, hace falta un adulto que, viviendo, haga que otro hombre puede empezar a interesarse por su vida y su destino. Sólo un testigo puede despertar las exigencias ocultas del yo, desafiar a la razón, al corazón, a la libertad. Una propuesta viviente que suscita el compromiso personal con uno mismo, sin evitar el esfuerzo personal de la verificación. La educación no es convencer, plagiar, sino la relación entre dos libertades. Cuando se les desafía, los chavales se entusiasman. El problema es que nadie les desafía».
http://www.revistahuellas.org/default.asp?id=422&id_n=4805
José Luis Restán: “educar es decirle a la persona que la vida es un bien”
El segundo día de las XI Jornadas Diocesanas de Zamora contó con la presencia del periodista José Luis Restán, que habló sobre la emergencia educativa ante algo más de 350 personas reunidas en el salón de actos del Seminario San Atilano.
Las XI Jornadas Diocesanas de Zamora han contado en su segundo día con el periodista José Luis Restán, director editorial de la cadena COPE, que ha pronunciado una conferencia titulada “Emergencia educativa y nueva evangelización”. En la presentación del ponente, el delegado diocesano de Medios de Comunicación Social, Luis Santamaría, resumió su perfil biográfico.
José Luis Restán Martínez (Madrid, 1958) es ingeniero de Caminos y licenciado en Periodismo. Ha sido director de la edición española de la revista 30 Giorni, y en COPE ha sido redactor jefe de Religión en los Servicios Informativos y director de la programación socio-religiosa. Actualmente es director editorial y adjunto al presidente de COPE. Dirige en esta emisora “El Espejo” y “La Linterna de la Iglesia”. Además, dirige en 13 TV el programa “Iglesia en directo”. Articulista en medios digitales, ha escrito varios libros, entre los que destacan dos diarios del pontificado de Benedicto XVI y otras obras como ¿Qué hacemos con educación para la ciudadanía? y La osadía de creer.
La educación, algo vital
Restán comenzó su intervención definiéndose como un “cristiano metido a periodista”, ya que “intento contar lo que pasa desde la experiencia de la fe vivida en la Iglesia”. Según él, “todos somos sujetos y objetos de la educación, de alguna manera. Toda institución, para que sea humana, tiene que tener una dimensión educativa”. Por eso “la cuestión educativa no es especializada, es una cuestión de la vida del hombre. Educar es lo más grave, lo más humano, lo más urgente que tenemos que hacer en la vida. Sin la educación no podemos entendernos, ni mirar al pasado ni al futuro. La educación es vital, por supuesto, para la Iglesia”.
El ponente destacó que Benedicto XVI ha hablado mucho y con mucha originalidad de la cuestión educativa. “Cuando vino a Santiago y Barcelona, entrevistaron aquí a un experto vaticanista, que dijo que el Papa no piensa que la renovación de la Iglesia pueda venir de dar un golpe de timón, de hacer grandes cambios en las estructuras eclesiásticas; sólo podrá venir a través de un cambio, de una conversión que vendrá por un esfuerzo educativo”.
Se trata “de un proceso profundo que se tiene que dar a través de una relación vital, de un acompañamiento. Toda acción de la Iglesia, si no tiene esta dimensión educativa, se queda en fuegos artificiales. A veces hacemos cosas que tienen mucho ruido, y les falta un cauce que las transforme en un impulso educativo que necesita tiempo, relación y libertad de la persona”.
Un fracaso educativo
A continuación explicó el origen del término “emergencia educativa”, una expresión acuñada por el Papa en unas palabras a una asamblea de la Diócesis de Roma, y que ha reiterado después. Toca un punto absolutamente vital: “Benedicto XVI hablaba de la dificultad que existe hoy para educar. Todas las culturas y civilizaciones han educado, porque si no hay educación no hay humanidad. Y hoy, con todas las posibilidades que tenemos, se experimenta una dificultad para educar como nunca en la historia”.
Como parte de esta dificultad en la educación, “se da un fracaso en la formación de personalidades sólidas. Hay una debilidad en el sujeto, que es culpa no de los jóvenes, sino de los que somos mayores. Hay fragilidad en las relaciones afectivas, en los compromisos, en la falta de razones fuertes para asumir cualquier tipo de postura, en la vulnerabilidad a los impactos de los medios de comunicación, en la falta de un criterio claro…”.
El Papa también habla de “una ruptura entre las generaciones, cuando el regalo mayor que podemos darle a nuestros hijos es una hipótesis de sentido, no simplemente la vida biológica. Y hay una especie de ruptura, sobre todo en el entorno del mayo del 68, cuando se produjo una enmienda a la totalidad ante la tradición para poder ser libres, en un proceso de emancipación de todo lo que nos viene dado. Así, el hombre se reinventa, como un papel en blanco”.
Frente a esto, José Luis Restán reivindicó el papel de la tradición como“algo vivo, no fosilizado ni mecánico, pero hay algo que se va comunicando”. En aquel momento de nuestra historia reciente “se rompió con la paternidad, porque se pensó que acababa con la libertad de la persona, y por eso hoy cuesta entender que Dios es Padre. Esto ha provocado una fractura de la que no nos hemos recuperado”.
En la Iglesia “también experimentamos esta emergencia educativa, la dificultad para educar la fe como conciencia, como experiencia humana, como algo que genera personalidades adultas y no simplemente un fervor adolescente, valores o sentimientos”. De hecho, afirmó, “para decir que hay que ser bueno no necesitamos estar en la Iglesia; eso es para todos los hombres. Otra cosa es que la fe cristiana me ponga en mejores condiciones de ser bueno, si Dios quiere y yo me dejo. Eso lo vemos en los novios que se preparan para el matrimonio, en los chavales de confirmación… pero esto viene dado también por la debilidad del sujeto educativo, no sólo del destinatario”.
Causas de la emergencia educativa
Para entender este fenómeno, Benedicto XVI alude a un punto clave: “la duda sobre el significado y el valor de la persona, sobre su origen y su sentido. Existe una duda sobre que la vida sea un bien y merezca la pena. La percepción cristiana elemental, la que han tenido siempre los pobres de la Iglesia, es que la vida es un bien, y va hacia un destino bueno, que es Dios, y que tener hijos es un bien, y que querer a una persona es un bien. Ahora esto no está claro: se usa a la persona mientras sea placentera, y después cortar y seguir. Éste es el ambiente que respiramos; no sólo se respira aire, sino también cultura, mentalidad, casi sin darnos cuenta”.
En el fondo, dijo el ponente, “¿qué es educar? Decirle a un hijo que la vida es un bien, que no te va a defraudar, que existe un destino bueno. Sin esta hipótesis de esperanza no se puede educar, sólo enseñar cosas. La educación es responder a las grandes cuestiones del sentido. Cuando se descartan estas preguntas del sistema educativo, éste se queda en un manual de instrucciones. Hace falta una hipótesis de sentido”.
Hoy, sin embargo, “hay un escepticismo sobre la bondad de su vida. En la raíz de la crisis de la educación hay una crisis de confianza en la vida, según Benedicto XVI. En el cine, en el arte, se percibe esta desesperanza, y no permite transmitir la bondad de la vida, la confianza en ella. La educación consiste en la pregunta por la verdad que puede guiar la vida. Para no ser simples vagabundos en la niebla, sino que tengamos una certeza en la vida, de que es un bien. Si no, tenemos que ir a tientas”.
Silencio sobre el sentido y el drama de la libertad
Hoy, continuó diciendo Restán, “hay un gran silencio en la educación sobre las grandes preguntas del sentido de la vida. Renunciar a una hipótesis de sentido es la muerte de toda educación, que se convierte sólo en orden y algunas habilidades para encontrar trabajo”.
La educación “pasa por la libertad, y esto es dramático. Hoy muchas veces no se educa porque tenemos miedo a la libertad del sujeto que tenemos delante. El Papa dijo ayer [por la catequesis en la audiencia del miércoles 30] que el modo de ser omnipotente de Dios fue crear la libertad del hombre, renunciando así Dios a una parte de su poder, creando al hombre libre y esperando de él una respuesta y un amor libre. Éste es el misterio más grande, Dios es la razón que es amor, y que sólo se entiende mirando a la cruz”.
“Pero cuando educamos no queremos afrontar que nuestro alumno, hijo, oyente… nos partan la cara por lo que les proponemos. Y por eso ya no les proponemos nada. ¿Para qué va a jugarse el tipo el profesor con sus alumnos, si lo van a rechazar?”, afirmó. Esto pasa también en la comunicación de la fe, que “no es algo automático. El destinatario tiene que hacer suyo ese contenido que se transmite. Por eso el punto de la libertad es fundamental. La educación es el encuentro de dos libertades. Si no hay una verificación por parte de la persona, al final la educación es como un barniz que se va con el tiempo”.
Amar al otro para poder educar
Sin un amor por el otro, tampoco se educa. Restán dijo que esto se ve con claridad en la película Los chicos del coro: “el profesor aparentemente gris, mediocre y fracasado que acaba en un triste internado de provincias de la Francia de la posguerra consigue educar a los niños, porque los quiere. No los quiere porque son majos, de hecho son insoportables. Pero él los ama, los mira y ve el valor de la persona, mirando más allá de su apariencia sus corazones, un corazón hecho para el infinito. Si falta este punto, no se educa”.
Y en este momento el adjunto a la presidencia de COPE recordó al santo del día, Juan Bosco, que decía que “la educación es cosa del corazón, y sólo Dios es su dueño”. Tiene que partir “de un amor al otro, de la conciencia de que el otro es un bien. Y eso no es sólo cosa de profesores y padres, sino también de los periodistas, por la fuerza brutal que tienen los medios, tanto para educar como para deseducar. Si a mí, al comunicar, mis destinatarios no me importan un pimiento, no llego a ellos. La educación sólo puede nacer del amor y del dolor: del amor que hemos encontrado, y del dolor que nos produce que los otros no hayan encontrado a Jesucristo”.
La centralidad del testimonio
El ponente pasó a reflexionar sobre una cuestión vital en este tema: “el educador es un testigo de la verdad que propone. Benedicto XVI, cuando habla, nunca percibes una distancia entre su persona, la de un hombre de 84 años cansado, y lo que dice. Siempre percibes que el vínculo entre él y lo que dice está vivo, en el modo en que lo dice, cómo se pone en juego él al hablar. Uno puede estar diciendo cosas que son verdad, pero con una distancia entre la propia persona y lo que dice. En el testigo no hay esa distancia, porque transmite su propia experiencia, su propia certeza. Cuando el maestro del coro de la película enseña a los niños de la película, no les transmite sólo música, sino en el fondo de que la vida es un bien, la vida se expresa en el canto y el canto es bello. Aquel maestro era un testigo”.
El testigo “habla de sí mismo, pero remite siempre a otra cosa. Y eso es siempre claro en la fe. San Pablo decía: miradme a mí, pero para ver en mí la obra de Cristo, no lo que yo con mi carne hubiera hecho (perseguir a los cristianos), sino lo que ha pasado después del encuentro con Alguien que ha cambiado mi forma de percibir la realidad. San Juan Bosco, en la Turín del siglo XIX, logró hacer la nueva evangelización, porque le dijo a los chicos de la calle: tu vida vale”.
El testigo, el maestro, el padre, el sacerdote… “tiene que estar dispuesto a pagar el precio de esta comunicación. Educar es un riesgo, como dijo un maestro. Pero Dios ha querido correr este riesgo, el riesgo de que le digamos que no”.
La pedagogía del deseo
José Luis Restán señaló la denominada pedagogía del deseo como un apunte de máxima actualidad en la emergencia educativa: “el Papa ha dedicado una catequesis entera al deseo como lo que constituye la entraña del hombre. El hombre está insatisfecho, tiene sed de más, de amor, de belleza, de justicia… a veces consigue aquello que busca, pero ve entonces que es insuficiente”.
Esta fuerza del deseo es positiva para el Papa, es un cauce educativo buenísimo. “Hay que ir hasta el fondo de este deseo, no hay que sofocarlo, sino descubrir que es un deseo que lleva al Infinito. Éste es un recorrido a cuyo encuentro sale la propuesta cristiana. Así fue el encuentro de Jesús con la samaritana junto al pozo, que fue un puro encuentro educativo. Jesús sale al paso de su deseo, no le reprocha. Le dice: lo que tú deseas, lo que has buscado, soy yo quien lo sacia”.
Esto es un punto esencial en la educación, sobre todo en los jóvenes, según afirmó el ponente. Por un lado, está la cuestión de la razón: “no podemos educar en una fe que tenga miedo de la razón, que sea puro sentimiento y devoción. La fe es el conocimiento profundo de la realidad, nos da la clave y el criterio para entender la vida y todo lo que hay. Si los jóvenes, y todos, no perciben que la fe se traduce en una inteligencia de la realidad, que yo entiendo mejor cómo se vive, por qué se vive… la fe termina convirtiéndose en un florero”.
El segundo aspecto es la afectividad, “que es como Waterloo, la batalla final en la que se pierde la guerra. Ha calado en nuestra sociedad la percepción de que la fe es enemiga de la felicidad del hombre y de nuestra libertad. Si esta sospecha se le cuela a un chico y no tenemos la capacidad de hacerle experimentar que vivir la fe en la Iglesia es lo más humanizador, la batalla está perdida”. Por eso ocurre que “aunque aprendan muy bien el catecismo, cuando llega el momento del noviazgo, del trabajo, del compromiso social… la fe pasa a ser un bonito recuerdo de la infancia y de la juventud en el mejor de los casos”.
Lo que distingue una comunidad que educa es que “los chavales crecen con esta conciencia de que la fe es amiga de lo humano; mejor, es la que salva lo humano. ¿No decimos que Jesús es salvador? No sólo cuando muramos, sino aquí y ahora. Y si no hay conciencia de esto, la educación en la fe está coja”.
Conviene vivir la fe
Es preciso que los que se educan verifiquen que es conveniente vivir la fe: “sí, te conviene vivir la fe, es bueno para ti vivir la relación con Cristo en su Iglesia, escuchar su palabra, celebrar los sacramentos, vivir la caridad, escuchar a los sucesores de los apóstoles… Si esto se hace bien, hace que tu vida vuele, que no se arrastre. Hace que tu vida afronte la enfermedad, el paro, el amor, la construcción de la sociedad”.
José Luis Restán concluyó su conferencia afirmando que este Año de la Fe “el Papa quiere que sea un gran acto educativo… Si hacemos grandes actos pero no se transforma en una herramienta educativa, en una continuidad en el tiempo a través de un acompañamiento, de una comunidad, de un testimonio adulto… no habrá servido”. Y esto “es una tarea para todos, que nace del gozo que hemos vivido, al experimentar que Jesucristo es el tesoro de la vida. Y así, aunque fracasemos, no importa. Importa el corazón, este impulso”.
Álbum fotográfico de la conferencia: http://bit.ly/WGcPxZ
http://diocesisdezamora.blogspot.com.es/2013/02/jose-luis-restan-educar-es-decirle-la.html
Suscribirse a:
Entradas (Atom)